Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
En este XVII domingo del tiempo ordinario el Apóstol de los gentiles en la carta a los Efesios cap. 4, versículos 1-6. expone los principios que deben guiar la vida y el quehacer de los discípulos de Jesucristo. Y esto se desprende de la doctrina expuesta previamente.
Al aceptar la fe cristiana, han aceptado también vivir conforme a las enseñanzas del Señor Jesús: han recibido un solo bautismo y, por lo tanto, forman un solo cuerpo. Por eso la búsqueda de la unidad es una tarea ineludible para todos y es una consecuencia directa de la nueva identidad cristiana.
La unidad no se impone ni se decreta. Es fruto de la audición atenta de la voz del Espíritu Santo; es fruto de la atención delicada a los mas frágiles y débiles, a los más pequeños.
La coherencia en vivir la fe debe generar actitudes que deben marcar sus relaciones con la Santísima Trinidad y con el prójimo. Son templo de la comunidad divina de personas; no se puede vivir la fe aisladamente y sin resonancia en las expresiones externas.
La verdad de lo que somos surge de la verdad de la fe vivida en la realidad de cada día. Humildad, amabilidad, paciencia, amor que se hace cargo de la debilidad de los otros, solicitud por la construcción de la paz, estas son las virtudes que hacen visible y realizable la unidad de la comunidad y dan testimonio de que el Espíritu la anima, dado que son los frutos del Espíritu.
En el momento mismo en que la Iglesia mira en la dirección de “Dios padre de todo”, sale necesariamente fuera de sus propios recintos y acepta la provocación de los problemas de la cotidianidad de todos los seres humanos. Los miembros de la Iglesia sienten y padecen como todo el resto de las personas, “caminan por las mismas calles”, no se desplazan en “alfombras mágicas”. La escasez de los alimentos, de los medicamentos, de la gasolina, la deficiencia de los servicios básicos, etc, les afecta como a todo el mundo.
La humildad, la paciencia, la mansedumbre deben abrirnos, por lo tanto, a los imperativos de la justicia.
La multiplicación de los panes según la versión del evangelista San Juan viene a poner en resalto la vivencia comunitaria de una realidad: si hay hambre, es preciso dar de comer. Con el estómago vacío no es posible ni evangelizar ni ser evangelizado.
El recuerdo de los pobres y de los hambrientos no puede ser un apéndice facultativo del rito eucarístico (la misa). Es parte esencial. Constituye una condición esencial para su validez en el plan existencial.
La pregunta fundamental que debemos hacernos como discípulos misioneros y discípulas misioneras del Señor Jesús ¿Quiénes somos y qué debemos hacer por los demás?
Lo primero es suscitar colaboradores desprendidos y generosos. Llama la atención que un joven sea el que ofrezca sus cinco panes y dos pescados como “materia prima” para el milagro.
Se habrá sentido atraído por la persona, el mensaje y el actuar del Maestro de Nazareth, que cuando le solicitan sus bienes, es capaz de desprenderse.
El “hambre de los otros” se convierte en “asunto suyo”.
Esta actitud tiene una gran resonancia en nuestra realidad venezolana, ¡cómo cuesta que los políticos se desprendan de sus proyectos personales para mirar las penurias del común de la personas; que se “pongan en los zapatos” de los que sufren para tocar las llagas que han dejados proyectos fracasados en otras latitudes.
Llegó el tiempo del diálogo sincero y franco. Pensemos si el muchacho hubiese dicho: doy mis 5 panes pero a mi me corresponden 20 panes multiplicados.
Lamentablemente eso está ocurriendo: cedo en mi proyecto pero a mi partido le corresponden tres ministerios.
La otra cosa que podemos hacer es constatar que la multiplicación de los panes muestra que la desproporción se anula cuando lo poco que se tiene, la nada que no se es, se convierte en el todo que se da.
Tener fe no significa creer en los milagros, cuanto creer que Cristo para hacer el milagro tiene necesidad de nuestra alforja (casi vacía).
Tener fe significa aceptar que Él transforme nuestro corazón de piedra apto solamente para hacer cálculos exactos, en un corazón de carne capaz de saciar a la gente con la irracionalidad de la pérdida y del servicio.
25/07/21
+José Manuel, Obispo