Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
El Señor Jesús llama a todos los hombres y mujeres a ser sus discípulos misioneros y discípulas misioneras. Convoca a todos para que, sentados a su pies, puedan beber de sus labios la divina enseñanza de la paternidad divina y de la radical igualdad de todos los hombres y mujeres llamados a vivir en la fraternidad.
No existe título más importante para el ser humano que el de saber que es amado por Dios Padre desde siempre. Y que la vocación más sublime es la de saber responder al amor divino.
La vida plena del hombre está en la capacidad de reproducir en su vida los sentimientos que movieron a Cristo Jesús y que le llevaron hasta su muerte en la cruz.
El maestro de Nazareth ha buscado, a lo largo de los siglos, personas disponibles para que amen como Él amó. La santidad estriba en la capacidad que tengamos de asumir el proyecto de Jesús y proyectarlo en la realidad social en la que vivimos.
Las realidades temporales deben ser consideradas como el campo propicio para que el proyecto salvífico eche raíces para transformar el ser y el quehacer de todos los hombres y mujeres para que a su vez puedan incidir en instaurar todo en Cristo como lo enseña el Apóstol San Pablo: “Todo es de ustedes, ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios (1 Cor. 3,23).
Pretender reducir la fe cristiana al interior del templo, sin incidencia en las realidades temporales sería algo así como pretender afirmar que el aire que respiras en tu casa es distinto al de la calle.
El pan y el vino que utiliza el presbítero para confeccionar el sacramento de la Eucaristía, ¿de dónde provienen? Son “fruto de la tierra y del trabajo del hombre”. Considero que es admirable que “el pan de los ángeles” tenga como materia algo que viene de la tierra.
No está permitido rechazar lo que viene de la tierra porque todo ha salido de las manos del Creador. Nuestra fe nos permite afirmar que este es un “mundo con Espíritu” (Román Sánchez Ch.), que tienen valor los pasos que se realizan para establecer canales de diálogo, como el médico que salva la vida de un paciente; que el desempeño del futbolista en la cancha es valioso como el rosario que se realiza en un novenario de difuntos o el concierto de una orquesta sinfónica.
A Dios se le ha querido reducir a “momentos de dolor” olvidando que “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos de los Apóstoles 17,28); que hay “misterios gloriosos” “misterios gozosos”.
05/09/21 +José Manuel, Obispo