Artículo dominical escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre.
Con el miércoles de Ceniza nuestra Iglesia Católica nos introduce en el itinerario cuaresmal hacia la Pascua proporcionándonos un trípode para apalancar nuestro caminar: ayuno, oración y limosna.
La ceniza es algo bien “barato” e insignificante, es el resultado de una combustión. Las cosas reducidas a ceniza no valen nada.
En la celebración de hoy viene a significar que nosotros los seres humanos, estamos sujetos a la fragilidad, a las limitaciones; nos recuerda que a un “rincón de tumbas” van todas las coronas, las coronas de la realeza, las de las reinas de belleza, las de los campeones olímpicos, los campeones de Fórmula 1, etc; que las flores se marchitan y se acaban.
Con todo esto en la visión humana de las cosas, en la celebración de hoy descubrimos también la valencia positiva: sólo el amor convierte en milagro el barro. Y cada uno de nosotros somos testigos de ese milagro porque el Verbo hecho Carne, Jesucristo el Señor y Salvador, el Único verdaderamente Eterno, le ha dado un giro copernicano al ser y al quehacer humano.
La vida es una “nausea” (J.P. Sartre, filósofo francés 1905-1980), el ser humano camina hacia la nada. Frente a esta teoría, los discípulos de Jesucristo afirmamos que nuestro caminar tiene un fin y un final porque Dios Padre en su infinita misericordia envió a su Hijo para redimirnos y hacernos hijos e hijas suyos “Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo hizo pecado para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo” (2 Cor. 5,21)
La imposición de la ceniza nos recuerda que somos estirpe divina, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo adquirido por Dios Padre para cantar sus alabanzas (cfr. 1 Pedro 2, 9ss); hermanos y hermanas, es el optimismo lo que debe prevalecer porque el trayecto que iniciamos hoy finalizará en la Vigilia Pascual (sábado 08 de Abril), cantando las alabanzas al Padre porque somos creaturas nuevas en Cristo Jesús.
Año tras año nos percatamos de la acción de la gracia salvadora de Cristo en nuestras vidas; no comenzamos de cero porque el Señor Jesús continúa arrojando en nuestras manos las ascuas encendidas del Espíritu, enciende nuestro corazón como a los discípulos de Emaús (cfr. Lucas 24,13ss) y mantiene allí encendida la llama viva. Ese es el significado profundo de la imposición de la ceniza.
Este tiempo del camino sinodal es un tiempo especial de salvación porque “tiene la intención de inspirar a las personas a soñar con la Iglesia que estamos llamados a ser, a hacer florecer las esperanzas de las personas, a estimular la confianza, a vendar heridas, a tejer relaciones nuevas y más profundas, a aprender unos de otros, a construir puentes, a iluminar mentes, a reconfortar corazones y restaurar la fuerza en nuestras manos para nuestra misión común (instructivo para el Sínodo, p.9) podemos corresponder a la gracia salvadora con nuestro aporte, viviendo y practicando las obras de misericordia (7 corporales y 7 espirituales).
Dar de comer al hambriento
Dar de beber al sediento
Hospedar al forastero
Vestir al desnudo
Asistir a los enfermos
Visitar a los presos
Enterrar a los difuntos
Dar consejo al que lo necesita
Enseñar al que no sabe
Corregir al que se equivoca
Consolar al triste
Perdonar las ofensas
Soportar con paciencia los defectos de los demás
Orar por los vivos y por los difuntos
Ante la cuaresma pronto nos pondremos en camino. Preparemos mochilas y botas, recuperemos brújulas y mapas. Midamos fuerzas. Soñemos horizontes. Repasemos rutas. Procuremos ir ligeros de equipajes. Dejemos en casa lo innecesario. Y elijamos un camino. Su Camino. Se acerca la cuaresma, es tiempo de caminar (Oscar Cala, sj).