José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
Inspirándome en el decálogo del Maestro de Gabriela Mistral, he querido componer unas especies de vitaminas para el discípulo misionero, para la discípula misionera, cristiano católico.
1. Ama. La iglesia nació del costado de Cristo, de la herida, producto del lanzazo que le propinó el soldado, brotaron sangre y agua. En la cruz tenemos la suprema expresión de amor de Cristo “yo no he venido a ser servido sino a servir”. El amor duele y hace doler.
El Discípulo misionero está consciente que su vida es la vida de Cristo, que ha nacido del árbol de la Cruz. Y llevar la cruz es una tarea ardua. Llevar la propia y la de tus hermanos y hermanas.
2. Simplifica. Saber es simplificar sin quitar esencia. ¿qué es lo esencial? Que somos de Cristo, que El nos sostiene, que “en El vivimos, nos movemos y existimos” (Act. 7,28). Tu vida laical debe ser transparente, sin tantos vericuetos, donde hay líos y pleitos, está la pezuña del que divide. El Discípulo misionero no se enreda en cosas fútiles, banales. Es testigo porque se ha encontrado con el Señor Jesús.
Desarrolla, por lo tanto, la capacidad de hablar de la fe de forma correcta y coherente, de manera dinámica y significativa, con claridad y simplicidad, sin caer en simplismos.
Procura insertarte en la vida diaria, interesarte por lo que sucede con tus interlocutores; como el Señor Jesús con los discípulos de Emaús: ¿de qué hablan por el camino? (cfr. Lc. 24) y el apóstol Felipe con el eunuco: ¿entiendes lo que lees? (cfr. Act).
3. Insiste. Repite como la naturaleza repite las especies hasta alcanzar la perfección. No siempre serás comprendido de una vez. Es preciso que sepas que tu Maestro lloró sobre Jerusalén porque sus habitantes no fueron capaces de percibir la presencia de la gracia divina. No se impuso con el poder de la fuerza. La ternura es una realidad de largo alcance y siempre tiene un resultado positivo ya que abre las puertas del corazón
El Señor Jesús mostró relación afectuosa, acogedora, de misericordia que permitía a las persona mayor proximidad.
Si quieres cambiar el mundo, comienza por ti mismo. El testimonio es repetir con los gestos, con tu vida, de quien te has fiado, “yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt,28 ), ; que tus gestos hablen más que mil discursos.
4. Enseña con intención de hermosura, porque la hermosura es madre. Creer en Cristo es bello, da belleza y plenifica la vida. Si llegasen a desaparecer todas las Biblias, aún quedaría una: tu vida. Estás llamado/a a generar vida a tu alrededor. Riega flores por el camino real y por todos los caminos. Quien me vea, te vea Señor Jesús.
Desarrolla competencias para el acompañamiento que tiene que ver con el ejercicio de contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario; de mirar al otro como prójimo. La experiencia de acompañamiento implica prudencia, capacidad de comprender, tener docilidad al Espíritu e infundirlo en el otro, así como también el arte de escuchar que ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna para acompañar en un genuino crecimiento y despertar el deseo del ideal cristiano.
Procura enseñar con tu vida, conviértete en un comunicador del Evangelio, en un alegre mensajero de propuestas superadoras, custodio del bien y la belleza que resplandece en una vida fiel al Evangelio.
09/02/2020 +José Manuel