Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos
El 11 de octubre de 1962 el Papa San Juan XXIII inauguró el evento más importante del siglo XX en la vida de la Iglesia: El Concilio Vaticano II. Foto: El Vaticano, La Vanguardia de España.
Un anciano de 81 años, verdadero zahorí de Cristo, vio más allá de lo que acontecía en el día a día. Llegó al papado después del largo pontificado del Papa Pio XII, el siglo XX estaba lleno de novedades en el mundo de las ciencias, de las artes, de los espectáculos. El mundo se encaminaba hacia lo que después fue llamado “aldea global”. En Asia y África, antiguas colonias de países europeos, hacían su aparición, como países libres, en el concierto de las naciones. El dinamismo misionero de finales del siglo XIX y todo lo que iba del siglo XX llevó la Buena Nueva de Jesucristo al corazón de millones de personas.
La experiencia de la segunda guerra mundial en la que cristianos de diversas confesiones sufrieron juntos la inhumana experiencia de los campos de concentración, permitió que el movimiento hacia la unidad realizase grandes progresos.
El desarrollo de la energía atómica presagiaba una conflagración mundial con perspectivas apocalípticas y dantescas. El mundo se debatía también en lo que se llamó la “guerra fría”, bloques ideológica y económicamente opuestos, generaban una especie de “espada de Damocles” en la vida del planeta ya que pendía sobre el futuro de las naciones una posible guerra nuclear.
“Todas estas causas de dolor y angustia propuestas a nuestra consideración tienden a mostrar la necesidad de estar vigilantes y hacer conscientes a todos de su deberes. Sabemos ciertamente que la contemplación de estos males impresiona los ánimos de alguno hasta tal punto no ven sino tinieblas que piensan que envuelven completamente este mundo. Sin embargo nos preferimos poner toda nuestra firmísima confianza en el divino Conservador del género humano, quien no ha abandonado a los hombres redimidos por Él”, (Papa Juan XXIII, Convocatoria del Concilio Vaticano II, 25/12/1961).
Durante cuatro períodos en los otoños consecutivos de los años 1962-1965 se tuvieron las sesiones del Concilio. Participaron unos 2500 obispos de todas partes del mundo (en el Vaticano I 1869-1870, participaron unos 750 obispos; en el concilio de Trento -13 de diciembre de 1545, y se clausuró allí el 4 de diciembre de 1563- participaron unos 250). Según testimonios de algunos participantes, ver desfilar tantos obispos constituía toda una novedad en la vida moderna de la Iglesia y de la ciudad de Roma. Es preciso recordar también que fueron invitados miembros de varias confesiones cristianas surgidas en la época de la Reforma protestante; numerosos obispos llevaron como consejeros a teólogos que en otros tiempos fueron mal vistos en la Curia Romana, en total, eran unas 3.500 personas.
El espíritu que animó desde el principio las deliberaciones era la evangelización del mundo contemporáneo, animada por la comprensión y el respeto. El Papa bueno escribió en la Constitución Humanae salutis lo que se pide hoy de la Iglesia: Que infunda en las venas de la humanidad actual la fuerza perenne, vital y divina del Evangelio”.
Era de esperarse. No todo era color de rosas. Para todos era su primera experiencia conciliar, no se conocían, la Curia romana pensaba que sus esquemas para las discusiones iban a tener un recorrido feliz. No ocurrió así. Por ejemplo, el que trataba de las “fuentes de la revelación” sufrió un rechazó rotundo. El Papa Roncalli decidió que se retirara el esquema y reconoció, en una lección suprema de docilidad al Espíritu Santo, que en materia de concilio, todos eran unos “novicios” y que, por lo tanto, debían aprender como condiscípulos junto al Señor Jesús.
¿Qué es la Iglesia? ¿Qué hace la Iglesia? A estas dos interrogantes intentan responder los 16 documentos del Concilio. Juan XXII quiso que los temas tuviesen como tres notas distintivas: fidelidad, modernidad y pastoralidad. Y puso el acento en que “en nuestro tiempo la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la severidad… la iglesia prefiere usar la benignidad al rigor.
El Vaticano II es el gran catecismo de la Iglesia del tercer milenio. San Pablo VI, San Juan Pablo II, y Benedicto XVI lo asumieron como la hoja de ruta de su pontificado. El Papa Francisco sigue los pasos de sus predecesores. Una nota final: el Obispo Jorge Mario Bergoglio no participó en el Vaticano II.
A los 58 años del inicio de este gran evento de nuestra Iglesia, está la deuda de la recepción del espíritu y de la letra de sus documentos.
11/10/2020 +José Manuel, Obispo