Monseñor José Manuel Romero Barrios, Obispo auxiliar de la Diócesis de Barcelona y rector de la parroquia San Juan Bautista en San Tomé.
El evangelio de San Marcos presenta al Señor Jesús saliendo del lugar sagrado del judaísmo e ingresando a la casa de Simón y Andrés acompañado por otros dos hermanos, Santiago y Juan.
En el recinto sagrado ha suscitado estupor y admiración en el auditorio por sus enseñanzas y por su poder sobre los demonios y espíritus inmundos. Esto ocurre en sábado, día sagrado para los judíos.
Va a una casa. Allí se desarrolla el día a día de los seres humanos, de los miembros de una familia con sus altos y bajos. En esta casa la señora está enferma. Jesucristo se acerca, la toma de la mano, y la levantó. No hizo el milagro a distancia; quiere tocar para sanar. Es una simple fiebre. Jesucristo va a los detalles.
En el mundo judío un hombre no podía tocar a otra mujer que no fuese la suya. Nuevamente va más allá de la ley. Y lo hace con el fin de sanar, de curar.
El Hijo de Dios quiere levantar al ser humano caído por el pecado, desecho por tanta fuerzas que le “descentran” impidiéndole servir. Los milagros son bien particularizados, no son multitudinarios. Pequeños detalles que delinean grandes acciones. La mujer -¿adulto mayor?- se pone enseguida a realizar los quehaceres de la casa. Ni la edad ni las limitaciones de la salud pueden impedir la expresión más genuina del amor como lo es el servicio.
En esta casa se encuentra a Dios en el servicio y en el compartir. La casa es imagen de la comunidad eclesial; en ella, la vocación primordial de todos es la de servir en el amor y la de amar en el servicio.
“Y no hay nada que nos obligue tanto como el amor. El amor es mucho más exigente que la ley” (Felicísimo Martínez).
Marcos nos dice que, al atardecer, cuando ya la noticia de lo que había hecho Jesús había corrido de boca en boca, traen a la puerta de la casa ‘todos’ los enfermos y endemoniados. Y como si fuera poco, asegura que: “La ciudad entera estaba agolpada a la puerta”. Estas son las dimensiones que el corazón capta respecto a quien, su única misión es hacer el bien cueste lo que cueste.
La intensa jornada de Jesús se cierra con un momento de oración que también se ve interrumpido por la gente que lo busca. “Todos te buscan”. Jesús es consciente de que su misión no se puede reducir a un lugar y a un pueblo determinado, sino que se abre a dimensiones más amplias. El relato se cierra con la imagen de un Jesús peregrino incansable de la Palabra dicha con autoridad y que trae vida para todos. Una palabra acompañada de signos que la hacen creíble.