Monseñor José Manuel Romero Barrios, Obispo auxiliar de la Diócesis de Barcelona y rector de la parroquia San Juan Bautista en San Tomé.
Domingo XXXII (12/11/17)
Estamos al final del Año Litúrgico. El calendario de nuestra Iglesia Católica está llegando a su final; el domingo 03 de diciembre daremos apertura la nuevo año litúrgico.
El final de una etapa, período, lleva casi implícito, un llamado a la revisión de lo vivido, de lo realizado. Hacer un balance es casi un ritual obligado en toda institución al finalizar un año
Las lecturas de este domingo van en esa línea. La vida cristiana está centrada en la persona y mensaje del Señor Jesús ¿qué tanto le conozco?, ¿qué tanto me dejo conocer por El?
La propuesta de la cercanía de YHWH Dios con el ser humano es presentada como la búsqueda permanente de la sabiduría, vale decir, el arte de aprender a vivir y a convivir. Tantos valores manifestados en las expresiones artísticas de nuestro pueblo, especialmente la música. En el trasfondo de la vida de nuestros pueblos está sembrado el valor “compartir”; se sabe que es sabio porque enaltece al ser humano, porque responde a su estructura antropológica la relacionalidad.
Una cultura adveniente quiere extirpar de las raíces de nuestro acervo cultural este valor proponiendo el individualismo, el provecho egoísta sobre el bienestar comunitario. Buscar esa sabiduría da vida e impide que caigamos en la corrupción, que solo siembra muerte, dolor y sufrimientos entre los mas pobres y necesitados
Nuestra Esperanza es el Señor Jesús, nuestro Salvador; su palabra de vida llega hasta nosotros y nos permite vivir con alegría porque es el único Eterno Viviente y que sostiene nuestro caminar en la historia y el mundo procurando sembrar el bien, la verdad y la alegría
Los jóvenes están siempre abiertos al futuro, superando las dificultades con el dinamismo propio de su edad. La juventud es la época de los sueños. Y es la etapa propicia para poner en sus manos unas lámparas con luz esplendente que alumbre mas allá del horizonte.
Estamos aquí reunidos como familia de la Iglesia para decirles que vale la pena ser discípulo, discípula del Señor Jesús; que El es el aceite que mantiene nuestras lámparas encendidas cuando muchos quieren hacernos ver que todo es oscuro, que la corrupción y el odio prevalecen sobre la honradez y la fraternidad.
La alegría del Evangelio llena la vida de los miembros de la Familia. Anualmente, el segundo domingo de Noviembre celebramos el Día del Abrazo en Familia para volver a “beber del propio pozo”; para recordarnos que siempre podemos conseguir un buen aceite que nos facilita la tarea de mantener encendidas nuestras lámparas para caminar por el mundo en medio de las tinieblas ya que Cristo Jesús es la luz del mundo y quien le sigue no camina en tinieblas. Y todos volvemos al seno de nuestras familias para reconfortarnos, para renovar nuestras fuerzas. VIVA LA FAMILIA.