Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la DIócesis de El Tigre. Por los caminos: Pascua: Ha cambiado el tiempo (y otras cosas).
El evangelista San Mateo tiene detalles interesantes en los capítulos que relatan pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús; en efecto, en el capítulo 27, 61 expresa que una vez sepultado el cuerpo del Señor Jesús, “estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro”; más adelante en el capítulo 28,1 “pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana, fue María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro”.
Es preciso el evangelista cuando cuenta la partida de las mujeres aquella mañana. Es un viaje breve, pero que resultará decisivo. Llevará al descubrimiento más increíble que jamás se haya hecho desde los orígenes del mundo.
Quién, cuándo, como y porqué. La información es bien completa
Todos estos detalles precisos tienen, sin embargo, un vicio de fondo. Servían hasta ayer. Hoy están superados. Las mujeres ( y con ellas todos los demás) no han advertido el cambio acaecido en el tiempo.
El tiempo ya no es aquel y no puede medirse de la misma manera. Ha comenzado un tiempo nuevo, se ha abierto una historia nueva. Es el primer día de una nueva creación. No es la aurora de un nuevo día. Es la aurora de un mundo nuevo. Todo comienza de nuevo, todo nace nuevo. La guardia colocada por las autoridades no ha impedido la verdadera, la gran revolución.
Con la navidad, Cristo viene al viejo mundo. Es a partir de la Pascua de Resurrección, no de la Pascua de Navidad, cuando hay que calcular el tiempo.
Este es el día que hizo el Señor, este se convierte en el primer día del mundo.
Las mujeres aún no se han dado cuenta de la revolución, del aire nuevo de libertad que respira aquella mañana perfumada de primavera. Se hacen la ilusión de que van a empalmar con el día anterior, con lo que ha sucedido antes (fueron las últimas que abandonaron el sepulcro).
Pero el hilo se ha roto, el puente ha saltado, se ha cortado el camino. Aunque consigan llegar a la tumba, se ha abierto una grieta, se ha excavado un abismo entre los dos mundos (“tembló fuertemente la tierra” y se abrió un abismo).
Ya no es posible la continuidad. La muerte que dormía tranquila (no tenía necesidad de guardias) ha visto que le han robado, delante de sus ojos, su presa “segura” y se ha encontrado con las manos vacías.
No cambia solo el tiempo y la historia. Resulta trastocada también la geografía
“Les precede en Galilea”. Esa Galilea en la que viven codo a codo judíos y paganos. Con la Pascua nos encontramos con la verdadera tierra prometida, una tierra nueva, anunciada por los profetas (cfr. Is. 66,22).
El don de Dios Padre es tan grande que solo la tierra entera puede contenerlo. Ya no hay límites.
Y a Cristo habrá que descubrirlo cada día. En todos los lugares. Él nos precede sin falta en las encrucijadas de la vida.
El centro del mundo se ha movido hacia otro lugar. Puede estar en todas partes, allí donde Él se manifiesta.
Pero no basta encontrarlo. La Pascua no es completa cuando nos encontramos cara a cara con el Resucitado, cuando se experimenta su presencia.
La Pascua es anuncio, testimonio. Es necesario llevar a los hombres y a las mujeres a “ver”. Llevar los signos de su presencia. Cierto, algo debe cambiar en los “testigos”; el “terremoto” no puede menos de provocar un desconcierto en el territorio de su corazón.
Sentados en aquella piedra, dejémonos calentar por el sol
Una imagen de rara sugestión: “Un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose corrió la piedra y se sentó encima” (Mt.28,2).
Tenemos que acercarnos también nosotros. Pedimos al ángel que nos deje un poco de sitio en aquella piedra enorme.
Tenemos una cierta experiencia de piedras. Llevamos con frecuencia dentro una piedra de grandes dimensiones. Es el peso aplastante, de la oscuridad, del egoísmo, de cansancio, de las innumerables esclavitudes. La llevamos encima como una condena inevitable.
Pero en esta ocasión si abrimos los ojos y el corazón caemos en la cuenta que Alguien está dispuesto a quitar la piedra.