Julio Borges
Mientras Venezuela la está pasando muy mal, 75% de los venezolanos ha sido sumergido en la pobreza, con un salario que solo cubre 15% de la canasta básica debido a una inflación de casi cuatro dígitos y una escasez del 90%, mientras cada 28 minutos muere un venezolano en manos de la violencia, el gobierno de Nicolás Maduro lejos de ocuparse en tomar las decisiones para superar la crisis se convierte en un tapón, y se ocupa en colocar obstáculos para mantenerse en un poder que no ejerce para resolver nuestros problemas.
10 millones de venezolanos están comiendo solo dos veces al día, según la Encuesta de More Consulting en el mes de abril, conseguir leche, harina o aceite es una odisea, la producción desapareció, el gobierno acusa a la única marca de alimentos que se consigue, pero calla ante la desaparición de marcas como Harina Juana, Leche Los Andes, Aceite Diana, o Café Fama de América que expropiaron hace unos años y hoy no producen nada, son responsables de la escasez, de querer adueñarse de todo para no hacer nada.
Las empresas son asfixiadas porque el gobierno no da los dólares para traer la materia prima que le permita hacer sus productos o porque impone precios injustos que impiden producirlos. Es un modelo que no funcionó aquí, ni en Cuba, la Unión Soviética, Alemania, o en China, ni en ningún país del mundo que lo implemente.
La mayoría decidió ejercer su derecho constitucional: con 20% de las firmas revocar el mandato del presidente. Nadie duda que la Unidad después de obtener 7,7 millones de votos el pasado 6D, puede no solo recoger las firmas requeridas sino cumplir con el lapso de 4 meses establecido en el reglamento de 2007 del CNE, para que en el último trimestre de este año, al convocarse el Revocatorio obtengamos los 7,6 millones de votos necesarios para revocar a Nicolás Maduro.
El derecho que exigimos es muy simple: participar para cambiar, atrás quedó el discurso de la democracia participativa y protagónica, con él millones de seguidores, cuatro señoras en el CNE y siete jueces en la Sala Constitucional buscan impedir ese derecho. ¿Qué sociedad puede estar tranquila cuando no puede adquirir los alimentos y medicamentos más básicos para vivir y cada día los precios aumentan desmedidamente? Impedirlo es jugar con candela.
@JulioBorges
Opinión | Participar para cambiar, por Julio Borges