Jose Guerra
Después de haber fracasado con distintos ensayos para resolver la crisis alimentaria, el gobierno está aplicando un remedio peor que la enfermedad: los denominados Comités Locales de Abastecimiento y Producción, CLAP Debe recordarse que el gobierno lanzó Mercal en 2004, a la cual siguió PDVAL y se construyó así una extensa red de ventas de alimentos para procurar desplazar al sector privado. Ambos ensayos fracasaron. En PDVAL reinó la corrupción heredada de PDVSA. Luego el gobierno expropió supermercados CADA y la Cadena Éxitos y los transformó en Abastos Bicentenario. De éstos solamente quedan unas estructuras abandonadas, anaqueles vacíos y el saldo de una corrupción gigantesca.
A ello siguió la implantación de las máquinas capta huellas con el argumento que esa sería la solución más eficiente para distribuir la comida. Ello implicó la compra de miles de máquinas hoy en desuso e inutilizadas en la práctica. Vistos los fracasos anteriores, opta el gobierno por establecer la venta de la comida de acuerdo con el dígito terminal de la cedula de identidad. Este experimento no tuvo buenos resultados. Todos estos episodios de distribución burocrática de los alimentos no pueden sustituir lo que la humanidad ha descubierto que funciona: el esfuerzo privado descentralizado de miles de personas que se levantan todos los días bien temprano a comprar y a vender.
La burocracia le encanta los controles porque ello implica tener poder. Poder para apropiarse de las rentas que genera comprar bienes importados y luego transarlos discrecionalmente. El caso de los CLAP es patético. Unos burócratas del PSUV repartiendo una bolsita de comida mensualmente a un pueblo que tiene hambre, en un país del que dijeron que sería una potencia y que hoy sus ciudadanos deambulan hambrientos por las calles en busca de comida. No por casualidad hay una correlación entre el aumento de los protestas y la implementación de la CLAP.
Las asignaciones de las bolsas de comida por parte de los CLAP en realidad las hacen los burócratas del PSUV mediante una lista donde excluyen a los venezolanos que no son miembros de ese partido. Sobran las evidencias de discriminación claramente documentadas. Quienes distribuyen los alimentos tienen todos los incentivos para primero agarrar ellos y sus asociados los alimentos y después distribuir lo que sobra. Puede usted imaginarse a Fredy Bernal, jefe de los CLAP, recibiendo una bolsista cada treinta días. Que va. Seguramente él tendrá muchas bolsas, a diferencia del ciudadano de a pie.
Pensemos en los altos funcionarios del gobierno. Nadie cree que ellos van a recibir su ración de alimentos en una bolsa. Ellos no hacen cola y tienen todos los alimentos a su disposición, Desde la Unidad Democrática hemos planteado el libre acceso a los alimentos en una economía recuperada, donde la producción de alimentos se incremente sustancialmente para acabar con esta tragedia de las colas. Son dos modelos, uno fracasado y otro que está naciendo.
Opinión | Los CLAP, por Jose Guerra