El evangelio de este XIV domingo del tiempo ordinario, en cierto modo, prolonga las ideas claves del proceso evangelizador y de la persona del evangelizador.
El Señor Jesús esboza los rasgos del misionero y precisa el dinamismo de la misión.
La fuente de la misión está en la oración y no en el proyecto humano. El Maestro pide que roguemos al dueño de la mies para que envíe obreros a su mies. Los trabajadores del Reino no son reclutados mediante campañas publicitarias sino que son enviados por Dios Padre y a El le gusta ser “solicitado” mediante la oración; el campo es suyo y la misión es gracia. Es importante lo que se planifique, sabiendo que el crecimiento es obra divina.
Los operarios son “dados” no “producidos”. El enviado sabe que tiene una fuente en la que abrevarse: la oración. Aquí debe encontrar el estímulo, la fuerza y la orientación para su acción. Sin la oración el apostolado se convierte en profesión.
La misión está bajo el signo de la debilidad. El Señor Jesús le dice a sus discípulos que los envía como corderos en medio de lobos. Esto es como mandarlos a una muerte segura, a un fracaso total. La mansedumbre, la entrega sin reserva, sin pretensiones, caracterizan al discípulo. La única fuerza que tiene es una palabra desarmada que puede ser burlada, rechazada o resistida.
Cuando ocurra eso, el enviado no puede apelar a la violencia, a la agresividad, sino a la dulzura y no al chantaje del miedo. Si no se está penetrado por el amor del Señor Jesús, el apostolado se convierte en conquista. “La Iglesia crece por atracción y no por proselitismo” (Benedicto XVI). El Reino es una propuesta que debe interesar más al corazón que al cerebro.
La pobreza es el estilo de la misión. Los medios humanos son necesarios pero la eficacia no está ligada a ellos. El poder de la Palabra no puede ser reemplazada por el dinero ni por el prestigio de la institución. La difusión del Evangelio no está asegurada, automáticamente, por el número o por los “recursos”.
La esencialidad. El apóstol no anula las reglas de buena educación y los principios de la cortesía, pero se niega a perder tiempo en los ceremoniales mundanos, en los ritualismos jaraneros.
Estas son algunas ideas acerca de la misión que Cristo confío a la Iglesia. La Iglesia o es misionera o no es Iglesia. El discípulo, la discípula están llamados a asumir este estilo.
07/07/19 José Manuel