Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre / Por los caminos. Es necesario escuchar.
“El amor al prójimo es el momento verificable y persuasivo de nuestro amor a Dios” (E. Balducci)
Algo que está en el corazón de cada cultura, de cada credo religioso, es que la persona y el rostro del otro es como una ventana que nos permite divisar el rostro del OTRO. Y que el respeto, el amor que le profesamos al OTRO, encuentra su momento real en el servicio, la atención que le prestamos al otro.
Es posible que sintamos fastidio al recordarnos algo tan sabido. Y sin embargo, parece que no haya cosa más urgente que proclamar una y otra vez las cosas que todos sabemos. En el libro del Deuteronomio, el autor como que se percató de esta realidad y salpicó su obra con el estribillo casi fastidioso “escucha Israel”.
Es preciso que nos ejercitemos en la “escucha” para “poner en práctica”. La palabra se escucha únicamente cuando se convierte en “hecho”, cuando se traduce en acción, cuando determina un comportamiento.
El espíritu –mezcla de curiosidad y aprendizaje- del escriba, es una motivación para repetir una vez más lo sabido. Quien sabe, si alguno no se decidirá a “escuchar” por primera vez aquellas cosas bastante antiguas, a tomar en serio, por primera vez, ese mandamiento que se da decididamente por supuesto, a orientar finalmente la propia vida hacia esa ley esencial de la que es experto (con las palabras).
Uno no se hace cristiano cuando acumula una cantidad suficiente de saber, de nociones nuevas, sino cuando comienza a “escuchar” aquello que ha aprendido (y hasta enseñado).
Es de notar que aquí el Señor Jesús es sometido a un interrogatorio. Como un buen alumno. Y responde con gusto. Se encuentra con un interlocutor sincero, honesto, comprometido en una búsqueda auténtica.
Estos son rasgos del perfil del auténtico discípulo del Señor Jesús. No quedarse en lo abstracto. El amor no puede esperar. Necesita un sujeto que lo exprese y otro que lo reciba. Amamos en la medida en que somos amados. Y el amor de Dios Padre se nos ha manifestado en el rostro de Cristo. Y para no quedarnos en el “no estás lejos del Reino”, es preciso acoger al Señor Jesús, amarle a El, porque “es el camino que conduce al Padre”. Y amar al prójimo que no ha sido escogido por nosotros, sino que está allí o allá. Y todas nuestras acciones, palabras y pensamientos deben estar empapadas por esta realidad fundante.