El presidente electo Donald Trump ha elegido al hombre que estará al frente de la diplomacia estadounidense: el senador por Florida Marco Rubio, que se convertirá en el primer hispano en ocupar el cargo de secretario de Estado, el de más alto rango del gabinete presidencial. Así lo ha confirmado la agencia Reuters después de la exclusiva de The New York Times, ambos citando fuentes conocedoras de la decisión, pero a falta de que el republicano lo haga oficial.
El senador por Florida, Rick Scott, escribió la noche del lunes en su cuenta X un mensaje de felicitación para su amigo Rubio, asegurando que restituirán el liderazgo americano en todo el mundo, especialmente en Latinoamérica.
«Rubio, de 53 años, se convirtió en el 2010 en el primer senador hijo de inmigrantes cubanos y desde entonces ha tenido una posición dura con los principales enemigos de Estados Unidos, China e Irán, con los que Trump ya tuvo una relación tensa en su primer mandato. Se le considera un halcón de la política exterior y heredará una geopolítica marcada por las guerras en Ucrania y Oriente Medio», describe La Vanguardia de Barcelona.
En la actualidad, Rubio ocupa el cargo de vicepresidente del Comité de Inteligencia Exterior del Senado y forma parte del Comité de Relaciones Exteriores. Desde esas posiciones, ha sido un firme defensor de Israel y, de hecho, fue uno de los promotores de la resolución de rechazo a la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que calificó los asentamientos israelíes en la Palestina ocupada como violaciones del derecho internacional.
En el 2016, compitió en las primarias republicanas con Trump, con quien tuvo fuertes intercambios en los debates televisados. El magnate lo apodó “el pequeño Marco” y este le dijo que Trump no iba a “hacer a Estados Unidos grande”, sino que lo iba a volver “naranja”, y se rió del tamaño de sus manos: “Ya sabéis lo que dicen de los tipos con manos pequeñas, ¡no te puedes fiar de ellos!”, agrega el medio español.
Sin embargo, ocho años después, su relación ha mejorado y, de hecho, en los tres días que pasaron entre su intento de asesinato en Butler (Pensilvania) y la convención republicana de Milwaukee (Wisconsin), sonó como uno de los tres favoritos para ser su candidato a vicepresidente, cargo que finalmente ocupó J.D. Vance.