Escrito elaborado por la familia del señor Leonardo Tamanaico, para rendirle homenaje a un año de su partida. La familia invita a las actividades a realizarse esta tarde en Tascabaña.
LEONARDO TAMANAICO, LA ESTIRPE, LA MEMORIA
I.
Hace un año ya de la partida de Leonardo Tamanaico. Tiempo del vepekotono. Entre los kari’ña, el luto se guarda con rigor. Es un proceso de purificación de la familia en el cual las mujeres no deben cortarse el cabello, ni maquillarse. Los hombres, por su parte, deben abstenerse de la embriaguez y luego, cumplir con un ritual esotérico de lloro y salutación para despedir definitivamente al que se fue, quien tendrá residencia en una sabana alterna, más feliz, sin duda. Leonardo Tamanaico, quien fue un verdadero líder de su comunidad, conservador a ultranza de la lengua, el folklore y las historias y tradiciones de su etnia, tendrá, pues, su cuidadoso ritual, en cuya preparación ha participado toda su profusa familia.
II.
Leonardo Tamanaico había nacido el 14 de mayo de 1942 en Tascabaña, un asentamiento indígena que queda en el suroriente venozolano. Su padre fue Miguel Tamanaico, el legendario y centenario puidei (shamán) y su madre fue Ildefonsa Ávila. De su padre aprendió los amplios conocimientos de medicina botánica y heredó, además, las historias, los mitos y leyendas ancestrales, que él relataba a la comunidad en las sesiones nocturnas, cuando la brisa susurra entre la paja pelúa y las cascabeles sabias salen de cacería. Por su parte, aportó su magnífico talento musical.
La estirpe de los Tamanaico es antigua y guerrera. Es posible que la oficina de telégrafos que existió cuando El Tigre no existía y que dio nombre al enclave petrolero posteriormente explotado por la Gulf Oil haya sido puesta por uno de los generales Monagas para comunicarse con sus tropas kari’ña. Aún se conserva la espada del general Leonardo Tamanaico, también poderoso puidei, padre de Miguel, quien luchó por la independencia en las tropas de Piar. En la batalla de San Félix, según los diarios de aquel general insigne, comandó una tropa de 500 lanceros y arqueros, todos indios, que fueron la vanguardia en el encuentro.
III.
Leonardo Tamanaico, éste que van a despedir, estudió apenas hasta el 4o. grado. Un maestro itinerante, Luis Fernández, pasaba cada 15 días por las comunidades para enseñar por lo menos a leer, escribir y sacar cuentas. Su juguete favorito en la infancia era una caparazón de tortuga con ruedas de tapara que arrastraba con hilo de moriche. Después los fabricó para hijos y nietos. En la adolescencia, aprendió, como todo kari’ña, a usar el arco y la flecha, a pescar, a descifrar la flora y la fauna y los ritmos de los cultivos.
IV.
Estos kari’ña, que hoy ocupan el sur de los llanos orientales, parte de la costa sur del Orinoco y parte de la cuenca del Esequibo, son descendientes directos de los caribes mencionados por los cronistas de Indias. Durante 300 años resistieron a los conquistadores y finalmente fueron vencidos por la superioridad del armamento y las enfermedades que trajeron consigo los europeos. Los redujeron, pues, a pueblos de misión, administrados laxamente por los franciscanos observantes, lo que les permitió conservar su lengua y su cultura raigal.
La llegada de la explotación petrolera ha afectado, por supuesto, a las comunidades, en especial por la atracción que representan los núcleos urbanos para los jóvenes, aunque conservan la estructura familiar, cierta forma de autogobierno, los cantos y bailes y el folklore en general, las leyendas, y, sobre todo, la lengua. Esta ceremonia del vepekotono se realiza ahora casi exclusivamente para los personajes más importantes de sus comunidades.
V.
«Na’na kari’ñaroote amukon pajpororo chootokon nantó…»
Ya adulto, Tamanaico se integró activamente a los grupos que buscaban mejoras de vivienda, salud, educación y cultura de los kari’ña. Uno de sus objetivos fue la consolidación de las aldeas dispersas para convertirlas en unidades de viviendas tipo rural que tienen una forma más o menos autónomas de gobierno. Fue, como se dijo más arriba, un líder, un conductor de su pueblo, un padre prolifico: un kari’ña en el sentido literal de la palabra.