Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
III. Por el sendero de los últimos, pobres y perseguidos
En el curso de los siglos –antes y después de Cristo- los poderosos de la tierra han generado situaciones que han provocado que los pobres, los débiles, los sin techo, hayan tenido que emigrar, dejar su patria y convertirse en prófugos de las “injusticias institucionalizadas”. Recorrer tierras inhóspitas, desiertos, ciudades extrañas y hostiles, vivir en campamentos de refugiados.
El Hijo de Dios ya de pequeño se colocó al lado de los pobres, de los últimos, “tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” (Filp 2,7). Es un dios débil, que planta su tienda en un campo de prófugos, en los cinturones de miseria que rodean nuestras grandes ciudades.
En esta escena evangélica José desempeña un papel fundamental por cuanto le toca cuidar y salvaguardar la vida del Niño y de la Madre.
Con su gesto, con su acción de tomar de noche al Niño y a su Madre y de salir “en volandillas” para una tierra desconocida, sin otro recurso que su confianza en el Altísimo, José viene a significar y resumir en su persona a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a los verdaderos discípulos misioneros y discípulas misioneras que se han comprometido a favor del hambre y la sed de tantas poblaciones desesperadas; de todos los que han acogido a desterrados y prófugos, dándoles hospitalidad y respetándolos; todos los que han entrado en los hospitales aliviando los sufrimientos físicos.
En ese gesto de José de Nazareth de asumir la defensa de la vida de Jesús y de Maria, encontramos los rostros de personas e instituciones que se dedican a asistir a las almas abrasadas por un mal que no es solo físico, sino interior, de soledad, pecado, desesperación; prostitutas, hombres desgraciados, ancianos solos, impedidos, etc.
Es cierto que la Iglesia está llamada a predicar las “realidades últimas”: Reino, Evangelio, Esperanza; más este anuncio debe estar íntimamente unido al compromiso eficaz en pro de las “realidades penúltimas”: justicia, paz, vida, progreso.
Es preciso que nos cuidemos de acercarnos a las Sagrada Escritura como si fuese una historiografía, como si fuese una secuencia de relatos neutros. Bajo la envoltura aparentemente absurda de los acontecimientos, está el misterio del Verbo hecho carne.
El arqueólogo interroga a un torso de estatua para identificar su época, material, estilo. El historiador tamiza un documento en busca de los datos en él contenidos y los somete a verificación histórica. El Discípulo interroga a la historia, a su vida, a la Palabra de Dios, las cuales le llaman a la conversión.
Abrir cada día la Biblia e interpretar con ella a nosotros mismos y la historia, tal es la propuesta que el evangelista Mateo nos hace con su interpretación bíblica de la vida de Jesús y de quienes estuvieron en el primer momento de su entrada en la historia de la humanidad.
03/07/22