Artículo dominical escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
II. La sorpresa del anuncio a José: silenciosa entrega al Reino
En el plan de salvación de Dios Padre, todos somos importantes. Estamos llamados a asumir nuestras cruces y las cruces de los demás; allí tenemos a Simón de Cirene, ¿cuándo imaginó que iba a ayudar a un condenado a cargar con su cruz? Jamás pensó que su nombre trascendería la historia.
La amistad de Jesús de Nazaret con los amigos de Betania adquiere rostros y gestos concretos.
Un simple gesto, el de Pilatos cuando se lavó las manos, pasaría a significar “el desentenderse de su responsabilidad”, algo así como “me importa un comino lo que sucede a mi alrededor”; me importa mi cargo, mi carrera, mi puesto. Todo lo que se refiera a mis cosas tendrá prioridad en mis decisiones. Lo que le sucede a los otros, carece de importancia en el horizonte de mi vida.
La vida del ser humano puede transcurrir en el “color gris de cada día” o podría abrirse a la novedad de la presencia divina que le pone color a cada jornada. José de Nazaret entra en esta última categoría ya que “a través de la revelación angélica, recibe siempre en su vida como un rayo una sorpresa. Su noche, su silencio, su sueño, son rotos por una novedad” (Ravasi, el misterio de la navidad, 22).
Al aceptar acoger en su casa a María, este hombre justo que ha aprendido en su cultura religiosa judía que solo se ama a Dios cuando se le escucha. Y se le escucha en la cotidianidad, en la apertura de corazón a su dinámica de salvación. Se es obediente no cuando se quiera serlo sino cuando se pide que lo sea. Estar siempre disponible para acoger la novedad de Dios Padre en la vida. Y eso implica asumir el desarrollo de cada día con responsabilidad, “sólo el Señor puede darnos la fuerza para acoger la vida tal como es, para hacer sitio incluso a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionante de la existencia” (PC 4).
El Cardenal Gianfranco Ravasi desarrolla una nutritiva meditación sobre el significado de “justo. Para algunos es sinónimo de “delicadeza o piedad”, para otros estudiosos significaría “respeto, reverencia”, para un tercer grupo, vendría a expresar “obediencia a la ley”.
El biblista italiano se detiene a desarrollar el significado del término desde una perspectiva teológica. Afirma que el justo por excelencia es Dios, en cuanto que mantiene su fidelidad, permanece firme en su proyecto de salvación a pesar de los desgarrones que introduce la infidelidad del ser humano.
José es llamado “justo” porque a pesar de no tener las cosas claras, confía en que “habrá paz en medio de la tormenta” porque “muchas veces ocurren hechos en nuestra vida cuyo significado no entendemos. Nuestra primera reacción es a menudo de decepción y rebelión. José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece y, por más misterioso que le parezca, lo acoge, asume la responsabilidad y se reconcilia con su propia historia. Si no nos reconciliamos con nuestra historia, ni siquiera podremos dar el paso siguiente, porque siempre seremos prisioneros de nuestras expectativas y de las consiguientes decepciones» (PC 4).
José es justo porque asume la praxis que le propone la Divina Providencia; se arriesga porque se fía de Dios Padre como las grandes figuras de la historia de la salvación. El suyo es un ejemplo de silenciosa entrega al Reino.
Los dos títulos que se le atribuyen al padre y a la madre de Jesús, con la diversidad de funciones, coinciden en un punto: la iniciativa es de Dios Padre; José (justo), María (virgen) han puesto toda su vida al servicio del plan salvífico que Dios Padre les ha dado a conocer. Todo viene a indicar plenitud y grandeza, fruto de la aceptación de la voluntad divina.
26/06/22
+José Manuel, Obispo
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