1.1.1 ESCUCHA Y PRAXIS
En el relato de la conclusión de la alianza sinaítica que se lee en el libro del Éxodo, después que Moisés puso por escrito y releyó públicamente el “documento de la alianza”, todo el pueblo respondió con una sola voz “haremos todo lo que manda el Señor y obedeceremos” (Ex. 24,7; cfr Dt. 5,27). En ambos casos, escuchar y hacer la Palabra de Dios vienen asociados, y se dice con toda evidencia que el compromiso del pueblo, lejos de limitarse a la escucha, exige también una praxis correspondiente. Es interesante destacar que en el libro del Éxodo se opera una inversión de términos, incluso parece afirmar que la praxis precede a la escucha.
Podríamos afirmar que la verdadera raíz de la obediencia no se encuentra tanto en el conocimiento de los mandamientos cuanto en la confianza y en el amor hacia aquel que a través de sus órdenes, quiere la libertad y la plenitud de nuestra vida.
1.1.2 LA ESCUCHA PROFUNDA, FRUTO DE LA OBEDIENCIA A LA PALABRA
El conocimiento de las órdenes de Dios es fruto de la experiencia. Escuchar y hacer, hacer y escuchar. El compromiso profundo y verdadero en la praxis nos posibilita una mejor y fecunda escucha.
En la Escritura encontramos tanto la invitación de escuchar para hacer (cfr. Dt.5,27) como la de hacer para escuchar (cfr. Ex. 24,7). Mientras la primera subraya que la escucha de la Palabra de Dios debe orientar y guiar nuestra praxis, la segunda, nos recuerda que la praxis es la dimensión vital en la que se debe situar y hacia la que nos debe conducir nuestra escucha para que no se reduzca a una gnosis abstracta y deshumanizante.
La praxis se convierte así en el parámetro para medir la verdad de nuestra escucha.
1.1.3 ESCUCHA Y AMOR (Dt.6)
“Escucha Israel, YHWH, nuestro Dios es único. Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón…” (Dt. 6.4-5). En este texto están unidos las dos realidades fundamentales para la vida del pueblo, que le dan consistencia y le sostendrán en los momentos de dificultad.
En la recitación diaria del shema, todo israelita se pone una mano delante de los ojos para significar que el misterio de fe anunciado por estas grandes palabras es un misterio accesible por la escucha y no por la visión.
Una condición fundamental para que sea posible una verdadera escucha es el amor confiado por Aquel que, a través de ella, habla al corazón.
La verdadera escucha debe darse “con todo el corazón, con toda el alma, con toda la fuerza”. Amar a Dios y escuchar su palabra son como dos aspectos de la misma realidad.
03/04/22
+José Manuel, Obispo