HOMILÍA ORDENACIÓN PRESBITERAL
GABRIEL LUGO H. Y ALBERT MEDINA C.
Sábado, 12 de Diciembre de 2020
Templo parroquial Nuestra Señora de Coromoto y San Antonio
El Señor ha estado con nosotros y estamos alegres. En el corazón del tiempo del Adviento, tiempo de esperanza gozosa, de esperanza esperante, el paso del Señor Jesús por nuestra historia personal y como iglesia diocesana toma hoy una densidad especial. Sentimos cómo brilla más el sol y todo nos parece más bonito.
Sí, mis hermanos y hermanas, el “hoy” que tanto resuena en el evangelio de San Lucas (cfr. 2, 11; 4,42; 19,9) se hace patente, visible, para nosotros porque oiremos, veremos, contemplaremos, tocaremos (cfr. 1 Jn. 1,1) en el conjunto de la celebración en la que participamos hoy, varios “si” que estos hermanos Gabriel y Albert pronunciarán dentro de unos momentos delante de toda la comunidad, la acción divina de la gracia.
Constituye un “kayros”, un momento de salvación que desborda las paredes de este templo y se convierte en copiosa lluvia de bendiciones sobre la Mesa de Guanipa, corazón de este pujante sur del Estado Anzoátegui, de tal manera que nadie está fuera de la acción divina y así, cada hogar, institución, actividades, todo es tocado por la realidad mistérica que estamos celebrando.
Estoy seguro que los hermanos y hermanas que nos siguen por las redes sociales o los diversos medios de comunicación social comparten el gozo y la alegría como si estuviesen presente físicamente. Lamentamos mucho que debido a la situación de pandemia no pudiesen venir al templo.
DON Y MISTERIO; LLAMADA Y RESPUESTA
San Juan Pablo II, cuando cumplió sus bodas de oro de ordenación presbiteral, afirmó que la vocación es un don y un misterio.
La realidad que estos hermanos serán viene expresada, en la tradición de la Iglesia, con el término del “carácter” que imprime el sacramento en sus vidas.
Ya no serán momentos aislados en su vida lo que son y lo que hacen; toda su existencia estará “zambullida”, de un modo especial, en el mar infinito del Amor de la Santísima Trinidad. Todo su ser y quehacer estarán al servicio del plan de salvación que Dios Padre ha dispuesto realizar en la plenitud de los tiempos. Porque ellos se han dejado elegir para este servicio, es el Señor Jesús quien les ha llamado (cfr. Mt. 4,18; Lc. 6,12ss) y ellos han respondido “habla Señor, que tu siervo escucha”.
Si le preguntásemos a cualquiera de los hermanos presbíteros que nos acompañan hoy, qué les motivó en su caminar hacia el ministerio, no coincidirían dos respuestas. Cada experiencia es bien particular. En lo que si estaríamos de acuerdo es que fue el Señor Jesús quien tomó la iniciativa para que le ayudase en su tarea de edificar su Iglesia con la Palabra y los sacramentos.
DISCIPULO MISIONERO EN, PARA, CON LA COMUNIDAD
Llena de asombro y de estupor, es increíble que Dios Padre realice su plan de salvación valiéndose de las manos, las palabras, el corazón, los sentimientos de unos hombres, que no seríamos nada sin el auxilio divino; que nos percatemos que somos unas vasijas de barro (cfr. 2 Cor. 4,7) y que llevamos un tesoro que no tiene precio.
Este es el detalle mis queridos hermanos Gabriel y Albert. Esta es la realidad que de ahora en adelante ustedes han escogido vivir: sin el Señor Jesús no podrán vivir ni hacer nada. Que el constituya para Ustedes su razón de ser y existir como afirma san Juan Eudes “Jesús debe ser el objeto único de nuestro espíritu y de nuestro corazón. Veamos y amemos todas las cosas en él. Nuestras acciones las realizamos en él y para él”.
Durante el tiempo de su formación en el seminario han escogido ser discípulos, dejarse conocer por el Maestro, han ido detrás de El y le han preguntado Maestro ¿Dónde vives? Y El les ha mostrado el camino del discipulado “vengan y verán”. (cfr. Jn 1,37ss) Y han asumido su proyecto de vida. Cada mañana deberán abrir el oído para escuchar su palabra, nutrir sus vidas de sus palabras, que son palabras de vida, que anhelen estar siempre en crecimiento, que vivan el deseo profundo de crecer en el camino del Evangelio (cfr. EG 151).
En la experiencia, en el vocabulario cristiano, ser discípulo es una condición, es una realidad, es un estado de vida que nunca se pierde. Siempre estamos aprendiendo; es importante todos los días, al caer la tarde, volver a los pies del Maestro para mirarnos bien dentro y ver que tanto han construido con el Señor Jesús y para el Señor Jesús; para recordar y asumir la actitud de San Juan Bautista: “es preciso que El crezca y yo disminuya” (Jn. 3,30). Somos testigos, por lo tanto no somos el centro.
El discípulo asume un estilo de vida, asume una disciplina porque es preciso organizar la vida en torno a la tarea que Cristo el Señor Resucitado, por ministerio de la Iglesia, les confía. Esta es una dimensión importante de la vida ministerial: la comunitaria. Vienen de la comunidad familiar, se han insertado en una comunidad parroquial, han vivido en una comunidad del seminario, van a una comunidad. Estén siempre disponibles para el servicio de la comunidad.
Su alimento pasará necesariamente por el cordón umbilical de la comunidad. Nutren a la comunidad y la comunidad les nutre a ustedes, en palabras del actual Pontífice: “Cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios hospitales, o acompañan personas esclavizadas por diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de niños y jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas otras maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre. Agradezco el hermoso ejemplo que me dan tantos cristianos que ofrecen su vida y su tiempo con alegría. Ese testimonio me hace mucho bien y me sostiene en mi propio deseo de superar el egoísmo para entregarme más” (EG 76).
CAMINAR JUNTOS = sinodalidad
El Papa Francisco en la Exhortación Apostólica programática de su ministerio petrino, “La Alegría del Evangelio”, nos exhorta a mirar este mundo con mirada de Cristo, mirada de amor; descubrir un “mundo con espíritu” (Román Sánchez Ch) “nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña” (EG 84).
Es interesante detenerse a reflexionar sobre cuántas iniciativas solidarias han surgido en medio de un tiempo de tanto aislamiento como ha sido este tiempo de pandemia; orquestas ensayando utilizando las modernas redes sociales; ONGs llevando comida a los médicos en los hospitales; orquestas animando al personal sanitario con conciertos
Ejerciten a sus fieles a expresar con libertad su forma de pensar; es preciso ejercitarnos en la práctica de la sinodalidad. Y en nuestra diócesis – como lo acuñó nuestro hermano el señor Vicario de Pastoral- eso se llama espiritualidad de comunión y cultura de planificación.
Recordemos que las responsabilidades que asumimos no implican exaltación que nos coloque por encima del resto de los fieles (cfr. EG 104).
Ustedes mis queridos hermanos en el ministerio ordenado, nosotros todos, quedaremos para siempre inmortalizados en la conciencia comunitaria porque esta “Diócesis Niña” recibe en y con ustedes una savia vital para su crecimiento. Denle ustedes razones para creer, vivir y esperar; apropiénse y hagan suyas estas palabras del Apóstol San Pablo “con mucho gusto me gastaré y me desgastaré por ustedes” (2 Cor. 12,15).
Hoy celebramos la memoria de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de Guadalupe, ella la madre tierna y cercana, les acompañe siempre. Ella es la estrella de la Nueva evangelización.
Sean agradecidos nos recuerda el Apóstol San Pablo (1 Tes. 5,18); nuestra Iglesia Diocesana expresa sus agradecimientos.
1. A las familias de Gabriel y Albert por la generosidad en ofrecerlos para el servicio del santo pueblo fiel de Dios. 2. A los señores arzobispos y obispos de las diócesis en cuyos seminarios realizaron sus estudios Gabriel y Albert, de manera especial a mis hermanos en el episcopado Jesús González de Zarate Salas, Arzobispo Metropolitano de Cumaná y Ulises Gutiérrez Reyes, Arzobispo Metropolitano de Ciudad Bolívar, queridos hermanos gracias por la solidaridad fraterna con esta “Diócesis niña” 3. A las autoridades en las distintas ramas del poder público nacional, estadal y municipal por todo el apoyo prestado para que sea posible el servicio al Santo Pueblo Fiel de Dios en la siembra de los valores evangélicos los cuales redundarán en el bienestar de toda la sociedad; 4. A las parroquias en las que han prestado sus servicios, a los hermanos presbíteros, a las religiosas que les han animado, corregido, orientado 5. A todas la comisiones y equipos que organizaron la celebración eucarística de hoy y el encuentro fraterno 6. Al Santo Pueblo fiel de Dios al cual hemos de dedicar lo mejor de nuestros esfuerzos, con el cual somos compañeros de camino, gracias por toda la paciencia y delicadeza que tienen hacia nosotros, los ministros ordenados , los evangelizadores y evangelizadoras que llegan a sus comunidades.