EFE. Clinton, que apareció en el escenario del centro de convenciones del hotel Wynn, de Las Vegas, con sonrisa confiada y relajada, no perdió esa tranquilidad durante las más de dos horas de charla y se ganó a los espectadores con un discurso sólido y firme que dejó, al mismo tiempo, un par de gestos repletos de cercanía.
Primero fue el estrechamiento de manos con Sanders después de que éste pidiera menos atención mediática para los problemas de Clinton con su correo electrónico («¡El pueblo americano está harto de oír hablar de tus malditos correos electrónicos!, exclamó el aspirante demócrata), por los que comparecerá en la Cámara de Representantes de Estados Unidos el 22 de octubre.
Poco después, su espontánea negativa a debatir con el aspirante Lincoln Chafee sobre esa polémica («¿Quiere responder?”, preguntó el moderador, Anderson Cooper. «No”, fue la respuesta cortante de Clinton, que provocó un enorme aplauso del público).
Tras la entonación del himno estadounidense, la ex secretaria de Estado arrancó el debate prometiendo luchar por reducir la desigualdad en su país, así como para subir el salario mínimo y que sea equitativo entre hombres y mujeres.
También expresó su deseo de otorgar a las familias bajas por paternidad, cuya concesión aún depende de las propias empresas y pidió un nuevo acuerdo con las comunidades negras de Estados Unidos para acabar con las tensiones raciales y el sistema carcelario, donde ingresan en mayor proporción negros y latinos.
El discurso encendido de Sanders, paladín del «socialismo demócrata”, apostó por una «revolución política” y no dudó en asegurar que el Congreso estadounidense no es el que regula a las corporaciones de Wall Street, «sino que es Wall Street quien controla el Congreso”.
En materia de inmigración, fue el exgobernador de Maryland Martin O’Malley quien hizo las propuestas más progresistas.
«Necesitamos entender que nuestro país está hecho de la llegada de nuevos americanos, somos una nación de inmigrantes”, apuntó O’Malley, quien avanzó que ampliaría el alcance de las acciones ejecutivas de Obama, que benefician actualmente a 5 de los 11 millones de indocumentados que viven en el país.
Por otro lado, Clinton, Sanders y O’Malley cargaron duramente contra el poderoso grupo de presión armamentístico Asociación Nacional del Rifle (NRA).