Amenazas que quedaron en nada. La entrada de Juan Guaidó a Venezuela este lunes 4 de marzo, permite análisis simbólicos de poder y debilidad, especulaciones que hoy no lo parecen tanto.
Un Tribunal Supremo de Justicia que prohibió su salida del país, un Nicolás Maduro y un Diosdado Cabello que amenazaron con cárcel, se redujeron a la foto de la espalda de un funcionario de la Policía Migratoria que revisó su pasaporte y lo dejó pasar. Incluso hay quienes afirman que el funcionario le dijo «bienvenido, presidente».
Se bajó del avión de Copa Airlines, vuelo 222 que llegó a Maiquetía a las 12:20 pm. Pero antes habló con la tripulación y los pasajeros, varias señoras lo abrazaron y le dieron sus bendiciones. Varios teléfonos grabaron aquel momento.
Al salir del aeropuerto Internacional Simón Bolívar rompió el protocolo en la autopista que conduce a Caracas. Había un nutrido grupo de personas atento a cualquier situación de peligro con el presidente encargado. Lo único que pasó, es que Guaidó se subió al techo de la TAHOE que lo trasladaba y con un gesto irreverente y una bandera en una de sus manos demostraba que estaba como reza el dicho popular «como Pedro por su casa».
Siguió hasta la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes en Caracas y allí una multitud lo escuchó. Reconoció que la cadena de mando estaba rota y por eso él estaba allí; reconoció también que se frustra, como muchos venezolanos, porque las cosas han tardado. Sin embargo refirió varias veces su determinación de conseguir la libertad de Venezuela junto a todos, entre los que se incluye a los militares. Y hablando de los militares, reveló que de los más de 700 efectivos que han pedido refugio en Colombia, el 20% corresponde al total de uniformados del estado Táchira.