Gaudete in Domino. Vamos avanzando en nuestro camino hacia el Señor Jesús en este Adviento.
Hoy la liturgia nos presenta una característica de la fe y de la vida cristiana que no hemos considerado suficientemente – lo cual es inquietante- y que tampoco hemos vivido siempre: la alegría cristiana.
Al memorizar en el catecismo fundamental los mandamientos de la Ley de Dios, proclamada en el Sinaí, aprendimos el código moral básico: los mandamiento de la ley antigua que, claro está, siguen siendo vigentes. Pero, y esto es notable, normalmente no aprendimos los mandamientos de la Nueva Ley, el primero de los cuales es el mandamiento característico de la vida cristiana. El Señor Jesús nos lo dio a conocer al decirnos: les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.
Hay otros mandamientos, desde luego, pero tal vez inmediatamente después de ese vendría el que hemos oído hoy: Vivan siempre alegres. Lo hemos escuchado en otra forma: estén siempre alegres, se los repito, estén alegres.
La alegría cristiana es muy especial, es una alegría profunda, que no ruidosa, que no es producto de estímulos externos como el alcohol, las drogas, los chistes. Y cosa extraña y paradójica, puede coexistir con el dolor y las penas porque es producto de la fe en el amor infinito de Dios Padre.
Esperar el encuentro con alguien que amamos anticipa la alegría de ese encuentro. Esta espera es sincera cuando engalana nuestro corazón y nuestra vida, como recuerda el zorro del Principito: “si tu vienes por ejemplo, a las 4:00 de la tarde, empiezo a estar feliz desde las tres. Y con el paso del tiempo me sentiré mas feliz…. Pero si vienes a una hora imprecisa, nunca sabré a qué hora engalanar mi corazón”.
Este tercer Domingo de Adviento es denominado el domingo del Gaudete; el domingo de la Alegría en el Señor. El tema de la alegría atraviesa toda la liturgia de este día: “celebrar el gran misterio de nuestra salvación, con un corazón nuevo y una inmensa alegría” (oración inicial). El profeta exclamaba también haciendo eco de esta alegría: “Canta hija de Sión, da gritos de júbilo, Israel, gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén …”; (Sofonías).
Si la fe cristiana nos llegara a parecer algo triste, una realidad gris y sin relieve, sería porque no hemos llegado a su núcleo, porque el Evangelio, es decir la Buena Nueva, la feliz noticia, del amor infinito de Dios Padre manifestado en Cristo, no se nos ha manifestado como algo vital, gratificante, luminoso.
Hemos encendido la tercera vela de la corona de Adviento, ya solo falta una más, ¿hemos corregido el camino?, ¿hemos rebajado las colinas del orgullo?, ¿hemos perdonado a alguien?
Para finalizar, recordemos el antiguo adagio: “aunque Jesús hubiera nacido 100 veces en Belén, si no nace en tu corazón, todo habrá sido inútil”. 16/12/18