Artículo dominical escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre.
El proyecto salvífico de Dios Padre se está realizando. Y se difunde por todo el mundo gracias a numerosos personajes que han zambullido su vida sin medir las consecuencias. En el evangelio de este domingo IV de Adviento (Mt., 1;18-24) aparecen dos humildes personajes cuya fe se convierte en obediencia total.
María de Nazareth y José de Nazareth. Su manera de actuar desconcierta ya que lo hacen yendo en contra de todos los pronósticos de la realidad.
María renuncia a pensar en términos de posibilidades humanas y se confía plenamente a la obra del Espíritu Santo. Por su parte, José renuncia a pensar en términos de tradiciones y derechos sancionados por la ley, renuncia a resolver la situación delicada mediante valoraciones humanas, para entrar en el proyecto misterioso y confiado de la Santísima Trinidad.
Cumplir la voluntad de Dios Padre en obsequiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento, abren el corazón a dimensiones plenificadoras. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación.
Es increíble que el proyecto de la salvación le pide al ser humano asumir sin reservas la voluntad del Padre.
Se da un fenómeno significativo
El hombre renuncia a su propio futuro para abrirse al proyecto (adviento) de Dios Padre.
El proyecto divino se configura en una dimensión nueva, gracias a la irrupción de elementos sorprendentes, inesperados que determinan un cambio sustancial, cualitativo. Detrás está la imprevisibilidad de Dios Espíritu Santo.
Dios nos primerea. Responde a nuestras expectativas y va más allá; nos sorprende cuando ya habíamos perdido las esperanzas y se nos agotaba la reserva de soñar, nos invita a dar un paso más: la fe, recordar que “en Dios vivimos, nos movemos y existimos” (Act. 17,28).
Es precisamente lo imprevisible, lo inesperado, el puntal que asegura solidez. Porque se está cimentando en la palabra divina.
El pensamiento divino que solo busca nuestro bienestar irrumpe en situaciones coyunturales decisivas y rompe los esquemas y moldes que confeccionamos los seres humanos.
Los textos bíblicos del Adviento nos invitan a mirar más allá del horizonte, nos piden que sintamos los latidos del corazón y que no solo los pensemos e imaginemos; que aprendamos a descubrir tantos verdes que colman nuestros bosques.
Cuanta imaginación desarrollan los pintores, poetas, compositores. Saben ver un mundo más allá de la palabra. ¿Por qué no le damos un chance a Dios Padre para que nos asuma en un proyecto de plenitud, de salvación?
Anda, vamos, digámosle que sí. Dejémonos acompañar por María y José.
18/12/22
+José Manuel, Obispo