Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
Búsqueda de la sabiduría y vigilancia constituyen la temática fundamental de la liturgia de la Palabra de este Domingo.
La sabiduría se deja encontrar por aquellos que son asiduos, perseverantes en su búsqueda; más aún, se hace la encontradiza, se pone al alcance de la mano de aquellos que la aman, la desean ardientemente.
Suele ocurrir que confundimos sabiduría con inteligencia, con saber hacer, con estudios, a veces con ancianidad. Es importante entonces aclarar que la sabiduría no se le encuentra únicamente en las universidades, en los templos, en los libros. Nuestro Señor Jesucristo propone una sabiduría diferente.
Con las parábolas el Señor Jesús quiere hacer caer en cuenta a su auditorio de un aspecto desconocido del Reino de Dios
Generalmente, Jesús no explica las parábolas, sino que dice: «¡Quien tenga oídos para oir que oiga! O sea: «¡Así es! Lo han oído; ahora a tratar de entender». Él provoca a las personas, para que los hechos conocidos en la vida cotidiana les ayuden a descubrir las llamadas de Dios en sus vidas. Él compromete a los oyentes en el descubrimiento del significado de la parábola. La experiencia que cada uno tiene del hecho de vida narrado en la parábola, contribuye a descubrir el sentido de las parábolas de Jesús. Señal era de que Jesús tenía confianza en la capacidad de comprensión de las personas. Ellos se convierten en coproductores del significado.
El que quiera más, que busque por sí mismo; que ponga un poco de esfuerzo y dedicación.
Es preciso apropiarse, hacer suya la sabiduría. Para ello también es necesario que el discípulo esté vigilante, sepa detenerse, garantizarse un espacio de soledad y silencio. Estar vigilantes para que no “le metan gato por liebre”
Ciertamente que la vigilancia está unida a la capacidad de vencer el sueño. Se puede (y hasta se debe) dormir estando al mismo tiempo vigilantes. También el cristiano tiene sueño y duerme como todos. A las jóvenes sensatas les entró sueño igual que a sus compañeras necias.
Cristo no pide que se renuncie al descanso. Sino que se vigile, que se rompa con las actividades de la noche, con las obras de las tinieblas.
La capacidad de vigilar implica también hacer espacio para que alguien llegue a tu vida.
Este tiempo de pandemia ha puesto a prueba nuestra reciedumbre y consistencia interior, porque nos ha permitido articularnos con los demás para ser constructores de una realidad distinta.
Este es el Domingo del Abrazo en Familia. En el seno del hogar es donde aprendemos a prepararnos para asumir con seriedad las “realidades últimas” y, al mismo tiempo, valorar debidamente las “penúltimas”. Llenar de valor y significado cada momento del día, vivir a plenitud cada instante, no dejar pasar ni siquiera el más minúsculo acontecimiento sin prestarle atención.
El Covid19 ha roto la rutina. La vida cotidiana que teníamos, de repente se ha desmoronado y nos encontramos con una nueva estructura del hogar en el cual las tareas domésticas, el empleo de los miembros de la familia, los deberes escolares, todo ha cambiado de manera repentina. Por lo tanto es lógico que se generen varios tipos de emociones y sentimientos, los cuales debemos reconocer y tener el control para lograr el equilibrio armónico en el hogar.
La hora de la llegada de Cristo no es una hora especial. Se llega a esa hora llenando cada hora del día con un sentido especial. Llénala con el Abrazo en Familia.
+ José Manuel 08/11/2020