Por los caminos. Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre.
Navidad no es una fecha sino un inicio. Asombroso que el Dios Totalmente otro haya querido acercarse a los hombres y mujeres. Y lo ha hecho apareciéndose como un niño. En una perdida aldeuela del inmenso imperio romano. Tiene como padres a unos pobres aldeanos. La primera manifestación es a unos pobres pastores, los cuales eran mal vistos por los habitantes de la ciudad.
César Augusto, como todos los emperadores – y los que se les asemejan-desea saber cuántos súbditos tiene y para ello convoca un censo. El poder solo sabe de números; los rostros son insignificantes. No importan. El censo servirá para afinar más los controles. Y que si viven, es porque el César le ofrece “pan y circo”. El emperador está en su palacio; sus súbditos, en unas casas. En el palacio no falta el pan; los súbditos, que se las arreglen para tener un mendrugo de pan.
Este marco histórico será el escenario en el que Dios Padre enviará a su Hijo Unigénito para mostrar su “gracia” y para “convertirnos en pueblo suyo”. El emperador no es el dueño del pueblo; escasamente tendrá números; el Pueblo es de Dios. Y la vida es la vida misma divina. El Creador hace que su criatura participe de su misma vida divina, admirable comercio en favor de todo hombre y de toda mujer.
Sorprendente que el Niño que nos nace hoy es el Mesías, el Señor. Aquel a quien la creación no puede contener, yace hoy en un humilde establo, en una cueva de animales. Un pobre carpintero y una hermosa doncella junto con la mula y el buey son los primeros que ven al Niño nacer.
Este nacimiento sí que marcará la historia. Y el Niño será el centro del cosmos y de la historia. Por eso no es una fecha. Sino el inicio de la etapa culminante de la Historia de la Salvación; el inicio de la revelación de la misericordia divina para que los hombres y mujeres salgan de “las tinieblas” y de la “tierra de sombras” y contemplen, con la “luz que les ha brillado”, que los rostros de los otros son rostros de hermanos y hermanas y eso acrecienta la alegría, aumenta el gozo porque no son “números” de un censo sino miembros del Santo Pueblo Fiel de Dios, hombres y mujeres libres para cantar el fin del miedo y ser constructores de una sociedad en la que habrá justicia, paz, alegría.
El Niño ha nacido en Belén, que significa “Casa del Pan”. Belén es el centro; no lo es Roma, centro del poder imperial, la ciudad que le quita el pan a los súbditos. En cambio, en Belén nace Aquel que se “hará Pan de Vida Eterna” para todos los que se pongan en camino como discípulos misioneros y discípulas misioneras.
Es Navidad cada vez que no nos dejamos llevar por el miedo y creemos que Dios Padre puede obrar maravillas en nosotros y llenar la oscuridad de nuestra vida con su luz.
Para vivir la Navidad necesitamos como María, concebir y engendrar a Cristo en nuestro corazón: ¿Qué me ayuda a mi que el Verbo haya venido a este mundo si no nace en mí? (Orígenes).
Cada día Cristo nace en quien le acoge en la escucha y la obediencia. Comparto esta hermosa oración del padre Matta El Meskin (monje contemporáneo), citado por el Papa Francisco en el discurso a la Curia Romana en Diciembre 2016:
« si para nosotros la experiencia de la infancia es algo difícil, para ti no lo es, Hijo de Dios. Si tropezamos en el camino que lleva a la comunión contigo según tu pequeñez, tú eres capaz de quitar todos los obstáculos que nos impiden de hacer esto.
Sabemos que no tendrás paz hasta que no nos encuentres según tu semejanza y pequeñez. Permítenos hoy, Hijo de Dios Padre, acercarnos a tu corazón. Haz que no nos creamos grandes por nuestras experiencias. Concédenos, en cambio, que seamos pequeños como tú, para que podamos estar cerca de ti y recibir de ti humildad y mansedumbre en abundancia. No nos prives de tu revelación, la epifanía de tu infancia en nuestros corazones, para que con ella podamos curar todo tipo de orgullo y de arrogancia.
Tenemos mucha necesidad […] de que reveles en nosotros tu sencillez, llevándonos a nosotros, también a la Iglesia y al mundo entero, a ti.
El mundo está cansado y exhausto porque compite para ver quién es el más grande. Hay una competencia despiadada entre gobiernos, entre iglesias, entre pueblos, al interno de las familias, entre una parroquia y otra: ¿Quién es el más grande entre nosotros? El mundo está plagado de heridas dolorosas porque su grave enfermedad es: ¿quién es el más grande?
Pero hoy hemos encontrado en ti, nuestro único medicamento, Hijo de Dios. Nosotros y el mundo entero no encontraremos salvación ni paz, si no volvemos a encontrarnos de nuevo en el pesebre de Belén. Amen »
Con los presbíteros, la vida consagrada y demás agentes de pastoral de nuestra Diócesis de El Tigre, les deseamos una Feliz Navidad y que la alegría y la luz provenientes del portal de Belén iluminen durante el 2023 la vida de todos los que peregrinamos en esta zona sur del Estado Anzoátegui.
25/12/22
+José Manuel, Obispo