Artículo dominical escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
Entramos, con la celebración de hoy, en el corazón de la liturgia de nuestra Iglesia Católica. Los hechos salvíficos de la muerte y resurrección de Jesucristo marcarán la vida de unas tres mil millones de habitantes del planeta tierra.
Con los contemporáneos de Jesús lo hemos aclamado, hemos cantado. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Es bueno que sepamos que muchos de estos, estarán el viernes gritando: “¡crucifícalo!
Un himno de su época sirvió para que el Apóstol de los gentiles nos presentase el eje del misterio pascual: la inquietante antítesis: muerte-vida; humillación-gloria. Cristo “se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”. Con esto nos dio la prueba máxima de su amor. La muerte en cruz era considerada por Cicerón “la más dolorosa y humillante”.
Contemplamos los sufrimientos del Maestro de Nazareth. Este es un domingo especial, la misa de hoy es una misa dominical, con dos momentos destacados: la procesión de entrada y la lectura de la Pasión del Señor Jesús.
Todo está centrado en Cristo. Lo aclamamos en tono de victoria ya que entra en su semana decisiva como el siervo que se entrega, pero terminará resucitado por el Espíritu a una nueva existencia.
La lectura profética del cántico del Siervo de YHWH (cfr. Isaías 50,4-7) es un esbozo de la pasión del Señor Jesús. El Siervo es un modelo que se nos propone a los discípulos misioneros y discípulas misioneras del Señor Jesús. Es la dinámica de la salvación que Dios Padre nos presenta. A lo largo de la historia hemos constatado como uno (pueblo, comunidad, persona) se constituye en factor que aglutina para echar adelante un proyecto que beneficiará a muchos porque “conforta al abatido con palabras de aliento”.
La narración de la pasión según San Mateo (26,14-27,66) tiene unos rasgos interesantes. Notamos que el relato deja entrever la existencia de cuatro círculos alrededor de Jesucristo: dos del mundo eclesial y dos del mundo hostil. a) los Doce con dos polos: Pedro y Judas; ambos se arrepienten; sólo Pedro recorre el camino de vuelta hacia Jesús; b) las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea; las dos que estaban sentadas frente al sepulcro, serán las que recibirán el mensaje sobre la resurrección. c) el sanedrín conformado por Sumo Sacerdote, maestros de la ley y notables (los fariseos solo salen en el momento de asegurar el sepulcro; d) el pueblo de la ciudad de Jerusalén: asumen la responsabilidad de la muerte de Jesús.
También es interesante notar que la inocencia de Jesús es proclamada por Judas, la mujer de Pilatos, reconocida por el mismo Pilato; y el centurión reconoce que era Hijo de Dios.
La versión mateana muestra a Cristo instituyendo el memorial de su pascua, su presencia continua entre nosotros. El evangelista describe la confesión del soldado (27,54); resalta la fidelidad de las mujeres que seguían al Señor Jesús (27,55), perfila muy bien la figura del discípulo José de Arimatea, resaltando su homenaje póstumo al Maestro (27,57-60). Admirable el gesto de confianza y de serenidad el de “María Magdalena y la otra María”: estaban sentadas frente al sepulcro (27,61). Los hombres se han dispersado; ellas están sentadas. En medio de un clima hostil, ellas perseveran en el discipulado.
Sobran los modelos para aprender a “hacer nuestros los sentimientos de Cristo Jesús” (cfr. Filipenses 2,5ss). Depende de ti.
02/04/23
+José Manuel, Obispo