Por los caminos. Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre.
Celebramos la solemnidad de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración junto con María, la Madre de Jesús y otras mujeres (cfr Act. 1,14).
Este evento podría ser considerado como “antibabel” ¿Por qué? En el libro del Génesis 11,1-9 se nos refiere que los hombres quisieron construir una torre que llegase al cielo y que les hiciese famosos. Es un desafío lanzado contra el Creador. Allí se crea el caos y la confusión porque se quiere construir una realidad sin tener en cuenta a Dios y solo por unos cuantos sin tener en cuenta a la comunidad.
El Pentecostés cristiano refleja como el proyecto de unidad se realiza gracias a la intervención de Dios que hace “descender” sobre la comunidad reunida, en oración alrededor de los apóstoles, su Espíritu (viento recio, fuego) y determina la creación de una humanidad nueva a través de la unificación de todos los pueblos y el don de lenguas (escucha de la palabra misma de Dios en la propia lengua nativa, y la posibilidad de la comunicación de los hombres y mujeres entre sí.
Es preciso bajar de la torre de Babel, expresión de soberbia, de prepotencia, de fuerza bruta. La imagen transmite, entonces, el mensaje que con fuerza se logran objetivos que a la larga se vuelven contra el mismo ser humano.
En la escena bíblica de hoy (cfr. Act 2,1ss) se nos quiere transmitir, hacer conocer las “maravillas de Dios” por medio de las “lenguas nativas”, vale decir, lenguas maternas. Y esta imagen evoca una tonalidad de frescura, un acento inconfundible que provoca profundas resonancias interiores. Es la lengua que todo ser humano aprende en el regazo de la madre. Y eso nos habla de ternura, de paciencia, de sonrisa.
El ser humano da los primeros pasos en un mundo nuevo, abre los ojos y se comunica con este universo maravilloso gracias a los códigos que ha recibido de su madre, gracias a su “lengua materna”.
Cuando Dios Padre quiere dar a conocer “sus grandes obras” a los hombres y mujeres, cuando intenta conversar con ellos, adopta el lenguaje de cada persona, quiere tocar las fibras más íntimas para que aprendan a anunciar y a responder a los sueños del Creador.
Es el lenguaje del corazón
Es esta una tarea pendiente que tenemos quienes poblamos este planeta tierra. En las pantallas, en las redes sociales se reflejan realidades que nos llevan a pensar que hemos perdido la comunicación con el corazón propio y, por consiguiente, con el de los demás. Violencia, guerras, ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres. Las escenas sangrientas copan la primera plana de los noticieros.
En la reciente tragedia de Texas, los relatos hacían presente el gesto de las maestras que buscaron cubrir con cuerpos a los pequeños ¡Que gesto de ternura! Cuánto necesitamos que padres, madres, dirigentes políticos, líderes religiosos, etc. Procuremos ejercitarnos en el arte de escuchar con el corazón para llegar al corazón y todos nos convirtamos en “cuida cristos”, “cuida pobres”, “cuida pequeños”, empeñados en cumplir en la tierra los sueños de la Santísima Trinidad.
Hoy celebramos en Venezuela el día del Seminario, la institución en la que se forman los presbíteros, futuros pastores que acompañarán a las comunidades en su caminar hacia Dios. Felicitamos, pues a todos los seminarios de Venezuela en este día, muy especialmente al seminario Mayor Arquidiocesano Jesús Buen Pastor de la Arquidiócesis de Ciudad Bolívar, en el que se forman los seminaristas de nuestra Diócesis de El Tigre, Lugar de la Esperanza.
05/06/22
+José M. Romero B, Obispo