Por los caminos. Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre.
La vida de la iglesia se renueva por la gracia de Dios Espíritu Santo; en efecto, El impulsa a los evangelizadores llevándolos más allá de las fronteras para que descubran que aún hay territorio “virgen” cuyos habitantes desconocen la Buena Nueva; habrá otros a quienes los afanes de la vida les ha llevado a poner de lado el mensaje evangélico; se encuentran también bautizados para quienes el cristianismo ya no significa nada en sus vidas y viven como si Cristo no existiese; también despierta en el corazón de los discípulos misioneros y discípulas misioneras conocer más profundamente a Jesucristo y darlo a conocer a los demás.
Así como la vida de un organismo se manifiesta en su dinamicidad, de igual forma, la vida eclesial tiene momentos cumbres. Cuando un padre de familia comparte la Palabra de Dios, es el Espíritu el que lo ha impulsado; cuando un hermano, integrante de la pastoral de la salud, va a visitar a un enfermo, es el Espíritu el que ha puesto alas en los pies; cuando ejercitamos cualquiera de las obras de misericordia, es el espíritu el “alma y motor” de la vida eclesial.
Todas estas realidades son expresiones de la inconmensurable riqueza de Cristo (cfr. Ef. 3,8), y deben ser fomentadas ya que ponen de manifiesto la vida que el Señor Jesús quiere transmitir a todo el Santo Pueblo Fiel de Dios. Aún cuando sean acciones que se realizan al interno de los hogares, es la comunidad la que está recibiendo las gracias sobre gracias.
Es en el seno de la Iglesia donde crece la vocación al ministerio ordenado. La comunidad necesita pastores y guías que le ayuden en su caminar hacia el Señor Jesús, centro del Cosmos y de la Historia. Es el mismo Jesucristo quien llama a este ministerio, la comunidad apoya esta acción divina.
Dos jóvenes, Marcial Jesús Malavé Badaraco y César David García Salazar el sábado 15 de Enero fueron ordenados presbíteros para el servicio de la Iglesia Universal en la Diócesis de El Tigre.
Desarrollar cercanía a la Santísima Trinidad y cercanía al Santo Pueblo Fiel de Dios
La vida interior, la intimidad con Dios debe llevarles a enraizar su vida y ministerio en el proyecto divino de la salvación; en efecto, el proyecto es del Señor Jesús y conociéndolo a Él, serán artesanos del reino.
El cultivo de la vida interior ha de manifestarse en una madurez que les permita “interiorizar, día tras día, el espíritu evangélico, por medio de una continua y personal relación de amistad con Cristo, hasta llegar a compartir sus sentimientos e imitar su comportamiento” (el Don de la Vocación Presbiteral, 41) para que se transformen en hombres de comunión, misión y diálogo, capaces de entregarse con generosidad y sacrificio, a favor del pueblo de Dios, contemplando al Señor Jesús que ofrece su vida por los demás (cfr. Ibid).
Hoy la voz del Señor Jesús resuena en la voz del Papa Francisco quien nos ha convocado para que asumamos el proyecto de la sinodalidad, está llamando a volver a las fuentes, a caminar con nuestras comunidades para hacer de ellas como la fuente en la que todos los peregrinos se acerquen a saciar la sed. Las personas están buscando comunidades vivas en las que sientan el calor de una mano amiga.
El presbítero, signo del amor de Dios para cada persona
El ministerio debe ser vivido y ejercitado en comunión con los otros hermanos presbíteros, en íntima unión de mente y de corazón. Somos hermanos en el ser y en el quehacer. Es increíble cuánto puede ayudarnos crecer en la conciencia del colegio presbiteral.
No somos un equipo deportivo en el que sobresale la estrella. Somos servidores del Santo Pueblo Fiel de Dios. La estrella es el Señor Jesús. “Yo sembré, Apolo regó, más el crecimiento lo da Dios” (cfr. 1 Corintios 3, 6-9). Tener viva conciencia de lo afirmado por el Santo Padre en la exhortación apostólica la Alegría del Evangelio: “uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde ni cuándo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia” (EG 279).
16/01/21
+José Manuel, Obispo