Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
En el libro del profeta Zacarías 9,9-10 viene señalado que el rey “está llegando justo, victorioso, humilde, cabalgando un burro, hijo de una burra”. Es todo lo contrario de lo que se estilaba en la época: el rey debe hacer ostentación de poder, imponerse con las armas, hacer entrar en razón al enemigo con el lenguaje de la fuerza. Y su cabalgadura es un caballo.
En el capítulo 21, 1-11 de San Mateo se narra la entrada de Jesús en Jerusalén e inmediatamente está la escena de la expulsión de los mercaderes del templo.
¿Cómo entender esto? Además el Señor Jesús presenta su misión en términos espada, fuego, yugo, sal que quema.
El Maestro de Nazareth declara: “aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt, 11, 25ss).
Una de las rarísimas veces en que el Señor Jesús se presenta como modelo y pide explícitamente la imitación, lo hace a propósito de la humildad y de la mansedumbre.
Es preciso acotar que la dulzura no es la característica de personas pasivas, sin nervios, sin ánimos, sin pasiones, sin emociones. El manso no es un resignado, un impotente, incapaz de afrontar los problemas más arduos, y de tomar posiciones frente a la injusticia, la mentira, la hipocresía.
La mansedumbre no es un dato genético, el resultado feliz de un cruce de cromosomas. A la mansedumbre se llega después de un trabajo severo sobre sí mismo. Y para alcanzarla hace falta mucha fuerza. No hay dulzura sin fuerza.
Quien es humilde, modesto, discreto se impone sin necesidad de forzar, de exasperar los tonos.
El que mantiene un tono pacífico, se muestra sereno, no agresivo, respetuoso de las opiniones ajenas, atento para no herir a nadie al mismo tiempo que manifiesta sus ideas con convicción serena, quien es paciente, tolerante, siempre dispuesto a escuchar, su fragmento de verdad resulta más aceptable.
Recordemos que el Señor Jesús formuló una bienaventuranza explícita que se refiere a la mansedumbre: “Dichosos los mansos porque poseerán la tierra” (Mt. 5,5).
Jesucristo relaciona muy bien la mansedumbre con los “sencillos” que acogen de corazón la Buena Nueva, con los que son capaces de llevar su carga ligera y el yugo llevadero.
El Evangelio es Buena Nueva. Nos trae la salvación de nosotros mismos y de los demás. Nos hace caminar más “ligeros de equipaje” porque el Hijo de Dios ha cargado sobre sus hombros nuestras penas. Hoy se impone que aprendamos a descubrir en el seno de las comunidades cristianas los espacios donde practiquemos la ternura los unos con los otros, el tono sereno y pacífico para llegar al corazón de los otros.
09/07/23
+José Manuel, Obispo