El racionamiento de alimentos y productos de primera necesidad implementado por el gobierno, ha provocado la inflación mas bestial de que se tenga noticia en Venezuela, Guerra Federal incluida. Lo más dramático es que todo lo que han intentado hasta ahora para solucionar el problema de la escasez, lo que ha hecho es agravar la catástrofe que vivimos. El gobierno sigue luciendo perdido, sin ideas, sin un norte definido que permita despejar el enrarecido panorama.
El control de precios, el establecimiento de cupos y el racionamiento, así como la larga vigencia de estos mecanismos, tienen efectos devastadores en el aparato productivo nacional. La fijación de precios oficiales por debajo de los costos de producción, solo contribuye a reducir la oferta, provocar un mayor deseo de consumo y a generar un estraperlo, que solo beneficia a los consentidos o familiares de la “nomenklatura” venezolana.
Cuando el hambre se enseñorea, se propician situaciones que no son agradables para nadie, saqueos, protestas y la inestabilidad política. En las zonas rurales la hambruna y la subsistencia adquieren otra dimensión, la gente pobre se busca la vida como puede: venados, truchas, pajaritos, conejos, picures, lapas, cachicamos y hasta carne de caballo forman parte de su dieta.
La profundidad de la crisis no puede ser entendida sin situar en un primer plano la esencia política de este gobierno, sus fundamentos, objetivos y la política económica. Un régimen nacido con el apoyo directo de países totalitarios con economías quebradas, se alineó entusiastamente con ellos hasta poner en peligro hasta los derechos humanos, tales como el derecho a la alimentación, acceso al agua potable y la consecución de un nivel de vida digno.
El problema del hambre en Venezuela se centra en la capacidad de acceso al alimento, más que en la existencia del mismo. Una manera de evitar el estraperlo apoyado por el régimen y sus seguidores, sería contar con una agricultura productiva y una industria nacional fuerte, ambos sectores satanizados y perseguidos por el actual régimen.
Alejo de mi mente la tragedia que vivió Etiopía a comienzos de la década de los setenta, pero las similitudes con nuestra crisis son muchas: el gobierno despilfarró los recursos económicos, permitió el auge de los estraperlistas y no fue capaz de suplir las necesidades de agua potable. A consecuencia de esta catástrofe, provocada por la mala fe o la incapacidad de los gobernantes, murieron más de un millón de personas en 17 años. Ruego a Dios, que al cierre de esta crisis, nosotros tengamos un saldo diferente.
*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente