El Señor Jesús tiene ansias de llevar la Palabra; las personas se agolpan a su alrededor. Hay ansia de parte y parte: el que predica y la gente que busca un aliciente para la vida.
Es recurrente ver en los evangelios que el Señor Jesús no está satisfecho, no quería detenerse, recorría muchas comarcas “para esto he venido… vamos a otros lugares” (cfr. Lc 4,43; Mc.1,38). Experimenta que le falta tiempo y espacio.
Vemos cómo inventa subirse a una barca y desde allí predica a las personas que están en la orilla. La creatividad para que la Palabra llegue a más personas. ¡¡Qué interesante que la predicación de la Palabra es presentada con toda normalidad!!; los medios son los que están a la mano; el Maestro de Nazareth se presenta buscando el apoyo de personas comunes y corrientes. No hay ni medios ni efectos mágicos. Es una propuesta.
En su infinita misericordia Dios Padre llama, convoca a hombres y mujeres para que sean sus mensajeros. Casi todos los profetas tienen un breve relato de su llamado. La liturgia de hoy nos presenta la vocación del profeta Isaías. Es llamado y es enviado. Vocación y misión son realidades íntimamente relacionadas.
La vocación, don gratuito de Dios, conlleva un compromiso por parte del llamado. No recibe un “pendrive” con todo lo que debe hacer, con todas las fórmulas para el servicio. Es cierto que la santidad de Dios llena de asombro al ser humano, le hace tomar conciencia de su indignidad. Pero no lo aniquila.
La misma gracia divina permitirá que los convocados vayan adquiriendo mejores grados de calidad humana, que vayan creciendo en su respuesta al llamado. Que adquieran conciencia de sus valencias y de sus carencias. Y que confíen en que habrá corazones cerrados y corazones que necesitan de su palabra para sentirse animados. La misión no es para convencer sino para testimoniar y, desde el testimonio, servir al plan de salvación.
La cercanía de Dios al ser humano tiene como misión renovarlo, purificarlo de toda deshumanización. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de su verdad (cfr, carta de san Pablo a Tito 2,11), una verdad que humaniza la convivencia humana, que transforma el corazón y la vida.
Hoy las redes que dejaron Pedro y sus compañeros Andrés y Juan están esperando manos y corazones generosos para continuar la “pesca de hombres”; hombres y mujeres que cuiden a los que nadie quiere cuidar; que propongan caminos de reconciliación y encuentro; corazones que sepan acompañar a los constructores de una nueva sociedad.
Que mantengan vivo en el seno de las comunidades la llama de los valores por los que vale la pena amar, sufrir y esperar. La palabra del Maestro de Nazareth sigue suscitando sueños y esperanzas de un mundo mejor.
06/02/22
+José Manuel, Obispo