Cada año, el cuarto Domingo del mes de octubre se celebra el Domingo Mundial de las Misiones; el lema de este año es “no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles (4,20).
¿Qué se pretende? Que cada Discípulo Misionero y cada Discípula Misionera renueve su ardor y espíritu misionero, vale decir, que está llamado(a) a hablar de Cristo con sus palabras y con sus acciones; que la vida de cada uno está llamada a decir y a hacer que la luz del “Sol que nace de lo alto” llegue a los confines de la tierra
¿Cómo? La realidad de la encarnación del Verbo de Dios en la historia posibilita que cada día transparente la cercanía divina. Es cierto que las fragilidades del mensajero hacen que los signos de la presencia divina no sean deslumbrantes y puedan pasar desapercibidos a los ojos de muchos. Es aquí, entonces, cuando la palabra humana viene a iluminar el evento.
El Señor Jesús no curó a todos los leprosos ni dio vista a todos los ciegos de su tiempo. Buena parte de los beneficiarios de sus prodigios son anónimos como queriendo decirnos que hoy también es preciso despertar los sentimientos que nos permitan descubrir en el rostro del otro a un hermano, a una hermana.
¿Para qué? La Buena Nueva de la salvación que nos ofrece el Señor Jesús, Misionero de Dios Padre, es una propuesta que llena el corazón del ser humano; toda persona tiene en su corazón la posibilidad de ser receptor de esta noticia “pero como lo invocarán si no han creído en El? ¿Cómo creerán si no han oído hablar de él?¿cómo oirán si nadie les anuncia?…(San Pablo a los Romanos 10,14). La alegría de conocer a Jesucristo conduce a amarle y servirle. Y el mejor servicio es compartir esa alegría con los demás.
El amor de compasión de Jesús necesita cauces para iluminar la vida de nuestros contemporáneos Que nadie se sienta excluido de esta realidad. La misión es ponernos en camino para encontrarnos por las sendas de la vida de los hombres y mujeres “que aman, sufren y esperan” para ayudarles, desde y con sus fragilidades a encontrar el sentido de la existencia de cada día
En la ciudad como en la pequeña comunidad; en la universidad como en el hospital; en el lugar de trabajo como en el seno de la familia, las 24 horas del día, los 365 días del año somos misioneros porque la vida cristiana no se detiene; porque el amor del Señor Jesús está buscando corazones que palpiten al unísono con el suyo para insuflar en las venas de la sociedad un “hálito vital” que genere espacios de vida, de encuentro, de solidaridad de tal manera que hagan retroceder “las sombras de la muerte”
Testigos de lo imposible: amor, compartir, honestidad, servicio a los demás, alegría, fidelidad. Valores que es preciso rescatar para que la vida resplandezca en toda la extensión de nuestra patria
24/10/21
+José Manuel, Obispo