Artículo dominical escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
El Concilio Vaticano II (1962-1965) en la constitución dogmática Lumen Gentium sobre el misterio de la Iglesia, tomando una expresión de San Cipriano, afirma que la Iglesia se presenta como “un pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (4).
Tenemos vida en el corazón de la Iglesia porque procura reproducir en su interior el dinamismo vital de la Trinidad.
Existen muchas realidades en nuestra vida que nos permiten columbrar la vida trinitaria; quisiera fijarme en la comunión.
La comunicación: la expresión del ser íntimo de la persona. La comunicación de las tres divinas personas es trasparente, clara. Se comunican hacia afuera . En la creación encontramos que nos hablan y comunican belleza, orden, cercanía. Todo nos habla, nos guía, nos conduce al Creador
La comunión: La comunidad no puede contentarse con ser… comunidad sino que debe llegar a ser comunión (tengan un mismo sentir, nos recuerda el apóstol San Pablo). Cuando falta la comunión, la comunidad es una cáscara vacía de sustancia, es una agrupación de personas.
La comunidad no es una simple yuxtaposición de personas que viven una junto a otra sin establecer profundas relaciones interpersonales, sin que haya una armonía auténtica, que es algo que va mucho más allá del trato formalista (alégrense…vivan en paz… salúdense mutuamente con el beso santo…).
El fin de la comunidad no es el orden de la uniformidad niveladora sino la comunión de las personas en el amor (y el Dios del amor estará con ustedes…).
El primado lo tiene la caridad. La imagen que cualquier comunidad debe ofrecer de sí misma no puede ser otra que la de personas unidas con la legítima diversidad, entre las cuales, a imitación de la “familia trinitaria”, circula el amor.
Una comunidad está viva, “funciona” no cuando funcionan y se multiplican las actividades, cuando funciona la organización, sino cuando funciona y es visible la verdadera comunión entre las personas.
Una comunidad progresa cuando progresa la fraternidad. La fraternidad se convierte en el signo del amor del Padre, revelado por el Hijo e infuso en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Viendo como nos amamos, el mundo debe poder entender que Dios es Amor, y hace a las personas que creen en El, capaces de amar.
La comunidad debe proclamar el nombre de Dios revelado a Moisés Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel (Ex. 34). Moisés ya sabe cómo debe tratar al pueblo: como lo trata su Dios.
Este es el nombre con el cual quiere ser conocido. Los hombres y mujeres aprenderán sobre la comunidad trinitaria observando nuestro comportamiento fraterno. El Santo Pueblo Fiel de Dios es “evangelizador”, a través del signo decisivo de nuestro amor mutuo.
Podemos afirmar que a imitación de la Trinidad, la comunidad cristiana debe demostrar que no tiene otros intereses fuera del amor. Y solo cuando la comunidad demuestra ese interés único, exclusivo se hace interesante.
Afirmar el primado del amor en la comunidad, significa afirmar la centralidad de la persona.
11/06/23
+José Manuel. Obispo