Artículo dominical escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
En el capítulo 13 de su evangelio, el apóstol Mateo recoge las enseñanzas del Maestro de Nazareth presentando realidades que tienen que ver con el Reino de Dios; con lo que tiene que ver con la dinámica de la comunidad eclesial. Y lo hace con parábolas.
Los contemporáneos de Jesús creían que el Reino de Dios irrumpiría con fuerza y eliminaría de pronto todo lo que le fuera contrario. A través de estas parábolas Jesús quiere explicar a sus oyentes que Él no ha venido a instaurar el Reino con potencia, sino para inaugurar los tiempos nuevos gradualmente, en la cotidianidad de la historia, de una forma que, a veces, pasa inadvertida.
Sin embargo, su obra lleva consigo una fuerza inherente, un dinamismo y un poder transformante que poco a poco va cambiando la historia desde dentro, según el proyecto de Dios…¡si se tiene ojos para verlo!
La parábola del trigo y la cizaña nos retrata en la vida personal y en la vida de la comunidad eclesial. Encontramos mezclados el bien y el mal, el evangelio y el pecado; injusticias, explotaciones, envidias, rivalidades se mezclan con actos de generosidad, de nobleza, de sencillez, de amor, de justicia, etc. Realidad ambigua y mediocre normalmente. Pero en ella crece el Reino.
El trigo y la cizaña que crecen juntos son la mejor expresión de que la propuesta del nuevo ser humano y de la nueva sociedad que quiere Jesús de Nazareth debía realizarse bajo la convicción de que la realidad tangible del mal será compañera inseparable de la historia de la salvación.
Tarea diaria e importante es descubrir en los dinamismos sociales y en los del nuestro propio corazón, el modo de presencia de Cristo para potenciar los espacios pequeños en los cuales el aliento suave de Dios Espíritu Santo va abriendo pequeñas rendijas. Y por allí se cuela la luz. Es importante “olfatear” todo lo que huela a mediocridad para desecharlo. Pero con paciencia. En el libro de la Sabiduría cap. 12 versículo 19 a la esperanza se le añade un adjetivo “dulce” para motivar el cambio, la transformación. Indica que un paso que se dé, es expresión de humanidad.
Es fundamental que asumamos que vivimos en una mezcla y que podemos avanzar y crecer. Pendientes de los puritanismos e intolerancias que crecen en todas partes; gente que se cree perfecta y descarta a los que creen lejos. Para ser levadura que fermenta la masa, la Iglesia no puede vivir separada del mundo, sino todo lo contrario, inmersa en las realidades sociales, políticas, económicas, culturales, allí donde está en juego la causa del Reinado de Dios.
Es bueno destacar que el Señor Jesús nos indica que todos estamos en camino y que los fuertes debemos sobrellevar las cargas de los débiles. La cizaña no debe quitarnos el sueño; si, nuestras mediocridades. El Espíritu viene en nuestro auxilio para purificarnos.
23/07/23
+José Manuel, Obispo