Artículo dominical escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
Después de la profesión de fe de Pedro, el evangelista Mateo coloca la escena del primer anuncio de la pasión por parte del Señor Jesús a sus discípulos; inmediatamente después está la escena de la Transfiguración (léase Mateo cap. 16, 1-28; 17,1-13).
Les comenta que va a sufrir mucho, que lo perseguirán las autoridades judías. Esto como que no les gustó a Pedro, el cual aleja a Cristo aparte y comienza a “enseñarle” como debe ser el proyecto de Reino; Jesucristo reprende duramente a Pedro, expresándole que sus ideas son como las del mundo. Volviéndose a los discípulos y a la gente (léase Marcos 8,33-34) les enuncia las condiciones para su seguimiento.
El Maestro de Nazareth forjó su proyecto de vida junto con Dios Padre; tentaciones para cambiar el sentido de la vida de Jesús se hicieron presentes a lo largo de su vida.
Eso mismo ha ocurrido y ocurrirá en la vida de los discípulos y de la comunidad eclesial. Ponernos en el centro, preocuparnos por nosotros mismos sin importar lo que ocurre en nuestro alrededor. Es un “ego-drama”.
Frente a la búsqueda de salidas fáciles, el Maestro de Nazareth prosiguió su camino, su proyecto: asumir los sufrimientos de los descartados, de los últimos, de los que sufren la exclusión.
Somos discípulos de un hombre ajusticiado en una cruz; eso no podemos olvidarlo. Asumir la cruz es asumir la carga liberadora que brota de ella. Perder la vida por la causa de Cristo, es asumir el dolor que atenaza a tantos hombres y mujeres a los que se les niega su dignidad humana.
Y eso es una ganancia para el Discìpulo Misionero, para la Discípula Misionera porque, en cierta forma, imita a Dios Padre que entrega a su Unigénito para que la humanidad alcance la estatura de madurez que Él había proyectado tuviese.
Dios Padre siente pasión por su pueblo. El Dios de la Biblia no es un imperturbable ser aislado de la realidad como los dioses del panteón griego. Se vuelca totalmente para lograr que su criatura encuentre el “paraíso perdido”: encuentre el camino que le permita tender puentes para llegar a encontrarse con el otro, llegue a descubrir el rostro divino en el rostro del compañero de camino. Y comparte esta tarea con los discípulos de su Hijo.
Esta tarea no es para nada fácil, dado que la dinámica de la sociedad actual busca invisibilizar a quienes se inclinan sobre los sufridos de la tierra para ayudarles a levantarse. Y eso no es noticia.
La causa de la Buena Noticia no es una causa perdida, aunque a veces lo parezca; no es un proyecto humano sino de Dios Padre, quien dará fortaleza y confianza a los que se comprometen con ella. Él los cuida y de Él dependen el mundo y la historia.
Todos los hombres y mujeres tienen una vocación de servicio que es preciso descubrirla asumiendo la cruz de Jesús de Nazaret para ponerle un “más” a su vida. Salir del montón para sumar su tesoro humano al tesoro que le ofrece Jesús sirviendo a los demás.
03/09/23
+José Manuel, Obispo