OPINIÓN del diputado a la Asamblea Nacional por el estado Anzoátegui, Héctor Cordero (@44hecord)
Se inicia un nuevo año y como todo inicio, viene cargado de esperanzas y anhelos, de expectativas y buenos deseos.
Nuestro país espera con ansias la concreción del tan esperado cambio. El mismo se ha visto truncado por compromisos necesarios, errores, y lo peor, por confrontar a un gobierno sin ningún tipo de escrúpulos, que es controlado por un estamento militar solo comprometido con la corrupción y el narcotráfico.
A esto se han unido segmentos radicales de la oposición, unos de buena fe y otros por motivaciones individuales oscuras, que no terminan de entender el complicado proceso de confrontar a un régimen militar-civico cuyo norte es una ideología importada que es manejada por intereses extranjeros y delictuales.
No me canso de repetir, que todo lo que ocurre en el país, no es exclusivamente producto de la negligencia e incapacidad de los que nos gobiernan, sino que forma parte de una política de Estado. La debilidad de los factores de oposición radica en el compromiso que debe sostener con los procedimientos democráticos y constitucionales, así como la necesidad de mantener nuestro compromiso internacional con esos procedimientos.
Esto hace del proceso de lucha, lento y desesperante. Por eso muchos vieron en el proceso de diálogo un tiempo perdido, pensando que una marcha a Miraflores resolvería todos nuestros problemas, sin entender que esa era la jugada del gobierno, generar un baño de sangre justificado en una violencia de pueblo chavista contra pueblo opositor y que tendría como objetivo un presunto golpe de Estado que le daría el argumento ideal para rescatar la imagen internacional del Gobierno.
Al fallar todo esto, y con una oposición dispuesta a dialogar, a rechazar la violencia y continuar por la vía democrática, al gobierno no le quedó otra opción el fin de año que generar una matriz de inconformidad, desesperanza y violencia, que tuvo como estrategia dejar a los venezolanos, que ya vivían un clima de desabastecimiento e inflación, sin nuestro billete de a cien, dejando sin efecto el valor del popular MARRÓN, afianzando lo debilitado de nuestro signo monetario.
Además de generar un nuevo desasosiego en los venezolanos, que se vieron arruinados por ver la pérdida del billete de mayor denominación – que la gran mayoría había acumulado para enfrentar los gastos decembrinos, sadismo puro por parte del gobierno -, esto derivó en saqueos y pérdida de vidas y bienes de muchos venezolanos.
Y con este tétrico panorama, vamos a iniciar el 2017.
Tenemos un gobierno arrinconado con sus divisiones internas, pero actuando unido por el temor a la justicia internacional, y una oposición con diversos retos a superar, el primero de ellos la urgencia de redefinir a la MUD; retomar la agenda parlamentaria, diferenciando entre parlamento y organizaciones políticas; hacer entender al país la necesidad de trabajar juntos por las elecciones regionales, como estrategia de ir desmontando el control político gubernamental y, fundamentalmente, rescatar la confianza lograda en las elecciones del 2015.
También debemos hacer entender al país que en esta situación estamos involucrados todos: MUD, partidos políticos, sociedad civil, grupos de interés y pueblo en general, y que solo Unidos podemos lograr los cambios por todos esperados. No solo es cambiar un gobierno, sino rescatar los verdaderos valores éticos y morales, que siempre ha caracterizado al pueblo venezolano.
Esta lucha no es fácil, y la impaciencia nuestra principal enemiga.
Vamos a hacer política de altura, de nivel, para darle a Venezuela el sistema político, económico y social que se merece.
En definitiva, este año 2017 demanda no diluirnos en objetivos etéreos, que son muy bonitos pero inalcanzables y solo dejan decepción. Concentrarnos en lo realizable, las elecciones de gobernadores y alcaldes, la movilización popular como medio de presión y no como generador de esperanzas. Hablarle claro a la gente sobre lo que realmente se puede alcanzar con esas movilizaciones, y desde la AN, elaborar una agenda de presión al gobierno, con decisiones dentro del marco constitucional que sigan desenmascarando al gobierno.