Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre.
Para ser Dios, caramba el Señor Jesús tiene unos criterios bastante extraños para escoger, elegir, a sus discípulos. Tiene unas propuestas que están en las antípodas de lo que esperaríamos del ser supremo.
Bueno, en realidad de verdad, las páginas evangélicas cuestionan mucho la imagen e idea que nos han transmitido y nos hemos hecho de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios pone sus ojos con evidente complacencia sobre un pequeño resto de Israel, que se caracteriza por la humildad y la pobreza, que será sincero en el hablar “ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera” (profeta Sofonías 3,12ss).
Los miembros de este pueblo ponen su confianza en el Señor, buscan a Dios y su justicia, vale decir, confían plenamente en Él porque ya les “primereo”, les eligió. Y llegan a ser tan íntimos que aspiran que todos le conozcan, se acojan a su propuesta de como “vivir la vida”, de sus enseñanzas sobre el vivir y el convivir.
El Apóstol San Pablo hace un censo y cae en la cuenta que a la llamada no responden intelectuales, ni gente de la aristocracia, ni poderosos (cfr. 1 Cor. 1,26-31). Los que se han acercado a oír la predicación y han respondido al llamado son los que descargaban las naves en el puerto, gente del pueblo.
El manifiesto de reclutamiento de Uno que ha sido suspendido en un patíbulo como un malhechor llama, necesariamente bajo la cruz, a personas que a los ojos de la sociedad no califican, personas que no tienen ninguna relevancia social.
Dios no promueve lo que “no cuenta” a la grandeza a un plano humano, no promueve los “nadie” haciéndoles ser “alguien”. No garantiza carreras.
La comunidad no puede convertirse en trampolín para catapultar a la fama y al estrellato; no es un espacio para recuperar, con el apoyo divino y las recomendaciones de sus representantes, las posiciones de prestigio y de dominio.
Hoy existe un cierto estilo de cristianismo que, con el pretexto de la visibilidad, rechaza la pequeñez y la modestia.
Se equivoca quien cree que para hacer frente a los poderosos tiene que mostrar músculos. Que para resistir a los sabios es necesario ponerse a su altura. Se alimenta una especie de carrera, de competición, con las mismas armas, con las mismas reglas de juego.
El apóstol de los gentiles, por el contrario, insinúa abiertamente que solo la necedad puede poner en jaque al orgullo de los doctos de este mundo.
Únicamente la debilidad puede dar miedo a los fuertes y a los poderosos. ¿Estamos convencidos de que la verdadera historia que se inicia con la profecía de Sofonías, con la parroquia de Corinto, en la montaña sobre la que el Maestro ha proclamado su ley hecha de paradojas (las Bienaventuranzas) es una historia que no se escribe en los documentos oficiales?
29/01/23
+José Manuel. Obispo.