Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
¿Cómo saciar el hambre de una multitud? ¿Cómo despertar el hambre de una multitud todavía mayor de individuos que ya no pueden vivir por falta, precisamente, de hambre?
El evangelio de este domingo nos presenta al Señor Jesús, que está pasando por un momento difícil en su ministerio público porque las autoridades han degollado a Juan el Bautista; el Maestro de Nazareth se retira a un lugar solitario para aclarar sus ideas.
En estas circunstancias personales, al desembarcar se encuentra a una multitud que le busca, que le sigue porque está sedienta de una palabra de ánimo y de consuelo. Tres verbos “vio”, “se compadeció” y “curó” revelan la profunda humanidad de la Palabra hecha carne.
Es importante resaltar que el Dios de la Biblia no es ajeno al sufrimiento humano; así lo revelan numerosos pasajes bíblicos, uno bien emblemático, Éxodo cap. 3, versículo 7: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas….me he fijado en sus sufrimientos”. Dios no permanece impasible frente a lo que le sucede a sus criaturas.
Más allá de su realidad personal, el Señor Jesús siente que la condición sufriente de su auditorio se presenta como un desafío a su misión. Y aquí es donde se revela su grandeza divina: quiere suscitar colaboradores para que le apoyen en su ministerio sanador y salvador. En efecto, les dice a sus apóstoles “dénles ustedes de comer”.
No se presenta como el que “todo lo puede resolver” o el que todo lo resuelve. Motiva a que los hombres se conviertan en salvadores de los hombres; todo lo contrario de “el hombre es lobo del hombre”. Eso es hacer crecer, eso es tener autoridad ya que el Dios bíblico espera que la Criatura actúe para Él apoyar el ser y el quehacer del hombre y de la mujer que se interesan por sus semejantes.
“Dénles ustedes de comer”. Tamaño compromiso. Los milagros necesitan que el hombre y la mujer aporten su afán, su esfuerzo, su nada para que Dios Padre ponga todo lo demás. Haz como si todo dependiera de ti, el resto déjaselo a Dios.
“Aquí solo tenemos cinco panes y dos peces” argumentan los apóstoles, como diciéndole al Maestro “esto no alcanza para nada”. Este es el momento central del milagro: el Maestro de Nazareth ha logrado que sus discípulos rompiesen el estrecho círculo de sus intereses, generando en ellos un dinamismo clave en la existencia cristiana “cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien” (Papa Francisco, La Alegría del Evangelio,2).
Dios Padre muestra su omnipotencia, su poder, dando y dándose, generando en las personas un dinamismo que le haga aproximar a los otros, creando una responsabilidad hacia su semejante. Por eso con la mano abierta se puede dar y recibir; el puño cerrado es expresión de cerrazón, de egoísmo, de autosuficiencia.
Delante del Creador sólo se puede estar en actitud de esperanza, de confianza, de deseo. Espera que le abramos espacio en la vida para “darnos” la capacidad de generar vida, de entregar vida ¿Qué eres capaz de recibir?
02/08/2020 +José Manuel, Obispo