Atravesar un terreno lleno de monte. Caminar a lo largo de la avenida Jesús Subero hasta la parada más cercana. Esperar cola. Transportarse en mototaxi. Aguantar discriminación en el transporte público. Esta lista de condiciones desfavorables llevó a Dacsy Ortiz a tomar la decisión de renunciar a su trabajo en el hospital de El Tigre, después de 20 años de servicio.
«¿Por qué arriesgarse tanto? ¿Si a nadie le importa?», son algunas de sus preguntas acompañadas de la sensación de injusticia.
A Ortiz se le percibe un lamento por dejar su trabajo en el servicio de Terapia Intensiva. Pero puestas las cosas en la balanza vale más para ella su seguridad y la de su familia.
«Desde hace 2 meses no he recibido suministro de gasolina para poder trasladarme. Le pregunto a mis colegas y dicen ‘a mí no’, ‘a mí no’. Y cuando vas a las bombas de gasolina te dicen que la prioridad es el sector salud, pero quiénes del sector salud si mis compañeros tampoco han sido incluidos», se pregunta.
En la conversación con @diarioelvistazo contó que en dos ocasiones llevó hasta el hospital Felipe Guevara Rojas a unos familiares afectados con la tensión alta y no había médicos para atenderlos.
Su esposo César la trasladaba a su sitio de trabajo hasta que se quedaron sin gasolina por la crisis que vive Anzoátegui desde el inicio de la cuarentena social en marzo. En ocasiones terminaba su guardia y utilizaba el servicio Youtong que sale del hospital a las 7:30 am. Pero si el personal que recibía llegaba tarde, perdía esa opción y empezaba la ruleta escogiendo cómo irse a su casa en la Urbanización La California.
Para salir de allí, también contaba con la opción del Youtong… pero… debía atravesar la avenida Jesús Subero y luego un terreno lleno de monte hasta llegar a la avenida Intercomunal. Nunca lo hizo. La otra opción, también peligrosa, era caminar a lo largo de la Jesús Subero hasta la parada de Virgen del Valle. También la descartó.
Cuando Dacsy se vio tomando una cola en un camión, o esperando el mototaxi que le enviaba el esposo para rescatarla, la idea de la renuncia se hizo seria. También nos contó que la anécdota discriminatoria que vivió en una camionetica, completó sus intenciones de ya no seguir en esa situación:
«El chofer me dijo: usted parece enfermera, haga el favor y siéntese de última porque puede tener Covid-19″. Ese día salía de guardia con su pantalón blanco y su chaqueta guindada en el brazo. «Estoy segura que la persona de menos riesgo en ese transporte era yo, porque trabajando en un centro de salud eres mucho más cuidadosa y vives haciendo desinfección».
Otro de los riesgos de no contar con su vehículo particular, es aguantar lluvia en una parada. Le pasó en dos ocasiones y también lo suma a su lista de trabas, su lista de razones para renunciar.
La licenciada en Enfermería sopesó las opciones y ya tiene una decisión firme. «A nadie le importa», es una frase tan indolente como real.