#DOMINICAL / Por los caminos. Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Foto portada: Time and date.
Dios toma el camino de los sentidos
“Recuerda…no sea que te olvides…”. La página del libro del Deuteronomio está salpicada por estos verbos de la memoria.
El pueblo de Israel, instalado en la tierra prometida, y que lleva una vida sedentaria, no debe olvidar la aventura del desierto. Debe recordar sobre todo que YHWH le ha liberado, le ha sido cercano, le ha quitado el hambre, le ha saciado a lo largo de aquel camino interminable e insidioso.
Hoy es la fiesta de la memoria. Memoria de lo que nos hace vivir. Del cuerpo que nos alimenta.
La fiesta del Cuerpo. Nos alegramos, damos gracias, se prepara una procesión, precisamente para el Cuerpo Glorioso de Cristo.
Existía el riesgo de una religión cerebral. Pero Dios padre ha querido que la religión fuese una cosa más simple. Ha puesto el camino para llegar a Él a nuestro alcance, al alcance de los labios. La encarnación del Verbo no es otra cosa que esto.
Sobre todo con la Eucaristía. Cristo se ha puesto a sí mismo, su propio cuerpo, a nuestra disposición: al alcance de orejas, manos, ojos, boca. Oigan, vean, gusten, tomen, coman, beban.
Dios entra en nuestra vida a través del camino más natural, el de los sentidos. Precisamente así. Por muy paradójico que pueda parecer, tenemos fácilmente a Dios a quien escuchar. Y también beber, comer, gustar. Para emprender el camino de mi unión con Él, de mi santificación, no debo pensar en prácticas ascéticas. Es necesario comer y beber.
Si quiero comulgar con los otros, realizar con ellos la unidad de un solo cuerpo como lo afirma San Pablo en la Primera Carta a los Corintios 10,16-17, debo partir el pan y acercar los labios al cáliz de vino. Es precisamente este realismo, este camino directo tomado por Dios Padre para entrar en nosotros, para darnos la vida, es más, para injertar en nuestro organismo mortal un germen de inmortalidad lo que aún no es aceptado. Si Cristo hubiese añadido algunas disposiciones legales, algunas prácticas suplementarias, quizás se hubiese ganado la buena voluntad de los judíos entonces y de muchas fieles hoy.
Al Dios que se entrega en una mesa, es difícil aceptarlo. Causa escándalo que el Señor Jesús nos diga que su cuerpo es “verdadera comida” y que su sangre es “verdadera bebida”.
Pensar en Dios está bien, ofrecerle las primicias y los sacrificos virtuosos, también. Pero tomarlo en la mano, acercarlo a los labios, vivir de Él y en Él, es demasiado. Alcanzar a Dios con las oraciones, con los cantos, o con razonamientos, no ofrece dificultad alguna, es normal. Pero Dios que nos atrae por el hambre, por la sed y que llega a nosotros por un trozo de pan, por un vaso lleno, puede parecer una blasfemia a la trascendencia divina.
Dios Padre te atrae por el hambre
“El te afligió haciéndote pasar hambre” (Deuteronomio 8,3). YHWH proveyó con el maná. Nuestro drama es que podemos acercarnos a la mesa eucarística sin sentir nada que se asemeje ni siquiera vagamente al hambre. El problema para nosotros discípulos misioneros es cómo provocar el hambre. Muchos nos preocupamos por no estar en pecado, pero ¿tenemos apetito del Pan Eucarístico?
Entre las exigencias para hacer la “primera comunión” no recuerdo que se pidiese o se pida “tener hambre de Cristo”.
Para vivir tenemos necesidad de muchas cosas: carro, televisión por cable, celular, cigarrillos, deporte, cantantes, etc.
Intentemos, al menos hoy, declarar delante de nosotros mismos, sin ruborizarnos: para vivir no puedo prescindir de la Eucaristía.
La gran tragedia de nuestros tiempos es el hambre a la que están sometidos millones de seres humanos porque carecen de: pan, agua, educación, salud, casa, libertad, etc. Algunas estadísticas dolorosas y terribles del “alimento” agua:
*884 millones de personas carecen de acceso a abastecimiento de agua potable.
*6 kilómetros, es la distancia promedio que deben recorrer a pie mujeres africanas y asiáticas en busca de agua.
*3.6 millones de personas mueren anualmente a causa de enfermedades relacionadas con el agua.
*84% muertes en niños de 0 a 4 años están relacionadas con el agua.
*43% muertes causadas por diarreas relacionadas con el agua.
Dios Padre pone a prueba el corazón
“Para ponerte a prueba y conocer tus intenciones” (Deuteronomio 8,2). También la Eucaristía, y no solo la travesía por el desierto, es una prueba para los discípulos misioneros del Señor Jesús. Una prueba especial para el corazón. Un corazón árido, vacío, frío, sin latidos de humanidad es la prueba mas evidente del “fracaso” de la Eucaristía. La Eucaristía es un regalo, no es un premio; “la Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y una alimento para los débiles” (Papa Francisco, la Alegría del Evangelio, 47).
Comulgar es sentirnos invadidos por un estremecimiento de esperanza tan grande que permite vivir a decena y decenas de personas. Sería absurdo que nos quedáramos con esa fuerza vital.
Es preciso recuperar el sentido del “recogimiento eucarístico”. No es solo permanecer recogido después de la comunión. Los otros, los que se me acercan, son los que han de recoger después de mi comunión, bondad, esperanza, energía, alegría, comprensión, calor, luz.
El sentido profundo del precepto, del mandamiento de la Iglesia de “oír misa entera los domingo y días de precepto”, de la participación dominical en la Santa Misa podríamos explicarlo de la siguiente manera. Los otros, los que se me acercan, quien sabe si alguno muy cercano a nosotros, el día en que no participamos en la Eucaristía, advierte una carencia, experimenta que se le niega algo, se muestra preocupado porque peligra no tener de qué vivir, y quizás hasta se encuentra con ánimo para decirnos:
“Oigan, por favor, no falten el domingo a la misa, a la cita con el Cuerpo del Señor Jesús, de lo contrario corro el peligro de morir de hambre”.
14/06/202 +José Manuel, Obispo