Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
La comunidad eclesial existe para evangelizar. En el ADN de la Iglesia se encuentra su vocación para el servicio de dar a conocer al Señor Jesús, de anunciar a la humanidad que el Amor Misericordioso de Dios Padre es una realidad en la entrega generosa de Jesucristo, el cual fue enviado para que todos tuviésemos vida y vida en abundancia.
Un pueblo que camina por el mundo gritando “ven Señor” y mientras camina, canta y sirve. Los discípulos misioneros y las discípulas misioneras del Señor Jesús están permanentemente con un oído atento a la voz de Dios Padre y el otro dirigido a escuchar a sus hermanos y hermanas.
El Creador ha inscrito en el corazón humano la vocación comunitaria, a la fraternidad. A caminar juntos. A ponernos los unos al servicio de los otros. Todos nos necesitamos, nadie puede decir “no necesito de ti” porque estaría negándose a sí mismo.
Somos como piezas de un mosaico que tienen valor y encuentran significado en el conjunto, cuando entran en el cuadro completo; hemos de constituirnos en constelaciones que ayuden a los demás a orientarse en la vida para encontrar los caminos del servicio, fundamentando el sentido de la propia existencia.
En el seno de la comunidad eclesial, el Señor Jesús llama a hombres y mujeres para un servicio especial: a ser testigos de su Amor, a ser más generosos y generosas, para “entregar su cansancio que a otros descanse, a ser amor que quiera seguir amando” acompañar en su nombre a sus hermanos y hermanas, a ser compañeros y compañeras de camino.
Desde 1963, hace 59 años, el cuarto Domingo de Pascua es llamado el Domingo del Buen Pastor y es dedicado a orar de una manera especial por los que son llamados al ministerio ordenado y a la vida consagrada, vale decir, orar por los hombres y las mujeres, muchachos y muchachas, que han sentido que su vida encuentra su sentido como presbíteros o como religiosas. Y han dado un paso al frente para poner sus vidas al abrigo del amor tierno y misericordioso del Maestro de Nazareth para dejarse configurar con El.
Todos hemos tenido la experiencia de presbíteros, de monjas, cuya sola presencia hacia la diferencia porque se percibía en ellos la presencia de Jesús; con sus palabras nos ayudaban a percibir el sentido del discipulado misionero que nos hace caminar hacia Cristo y hacia los demás.
Los hombres creen más con los ojos que con los oídos. Hacer visible el cuidado del Buen Pastor es lo que se nos exige en estos tiempos. Visibilizar que Dios Padre sigue cuidándonos en medio de los gélidos ambientes de guerra y de opresión; sonreír aún cuando duela en el alma. Adherirse al Pastor, aun cuando pasemos por cañadas oscuras, experimentando que El hace el mismo camino, afronta los mismos riesgos, comparte la vida de las ovejas en todos sus aspectos.
La vida de los presbíteros, la vida de las religiosas está marcada por lo que el Papa Francisco llama la “lógica del servicio” ya que en general, toda vocación y ministerio en la Iglesia nos llama a mirar a los demás y al mundo con los ojos de Dios, para servir al bien y difundir el amor, con las obras y con las palabras.
Hoy como ayer esto es lo que cuenta. Para muestra un botón: nuestro Beato José Gregorio Hernández; nuestras Beatas María de San José, Candelaria de san José, Carmen Rendiles.
Nuestras madres se guiaron más por la lógica del servicio que del sacrificio porque nos amaron y no constituíamos un peso para ellas. La mejor recompensa para ellas era y es vernos realizados como personas que son felices y hacen felices a los demás.
FELIZ DÍA DE LA MADRE.
08/05/22
+José Manuel, Obispo