Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
La Liturgia de la Palabra de este V domingo de Pascua nos permite presentar tres rasgos de la Iglesia, nacida del costado dormido de Cristo
Transparencia sin discriminaciones. En el libro de los Hechos de los Apóstoles 6,1-7 se presenta la queja de la poca atención que reciben las viudas de lengua griega. No hay que sorprenderse. El ser humano no logra completamente arrancar de su piel ciertas incrustaciones de pequeñez y miseria.
Los apóstoles se hacen cargo del asunto y convocan a toda la comunidad. Discuten y se adopta una solución común. Hay una doble primado: la predicación y la oración, y el servicio de las mesas.
Eligen a siete varones no porque sean unos expertos en negocios que fuesen de buena fama, provistos de sabiduría y llenos de Espíritu Santo. Sorprende la exigencia del Espíritu Santo si se iban a dedicar a repartir comida. Es precisamente para elevar esa actividad material por encima de pequeñeces, mezquindades, favoritismos, corruptelas
Es bueno aclarar que uno de estos siete, Felipe, se dedicará en algún momento a evangelizar (me imagino que uno de los Apóstoles le “hizo el quite” en el servicio de la comida). En la comunidad eclesial no hay “ascos” en realizar actividades comunes, no existe “distanciamiento social” porque no hay cargos sino servicios.
Un pueblo de constructores. Mas allá de los servicios a los que están destinados, y de la multiplicidad de las funciones, los discípulos y discípulas participan en una empresa común: la construcción de la comunidad eclesial. Y cada uno aporta el material necesario: la propia persona.
En esta tarea hemos de tener presente que hemos de vivir la fe en la dimensión de ser desechados, lo mismo que Cristo lo fue.
Si nuestra fidelidad no se ajusta a los respetos formales. Si nuestro esfuerzo no es “utilizado” para fachadas llamativas. Si nuestra libertad se “resiste” frente a maniobras y operaciones de poder. Si nos confundimos (y encontramos gran alegría en pertenecer a estas categorías), con todos los marginados, los despreciados, los descartados de la tierra.
Si, creemos en la posibilidad de construir, además de la Iglesia, el mundo, con materiales de desecho, con piedras desechadas, pero “vivas”.
Es lo que ha ocurrido en éste tiempo de prueba que estamos viviendo como lo dijese tan acertadamente el Papa Francisco: “Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras”, (viernes 27/03/2020).
Una Iglesia que intenta entender para mostrar a los otros el camino. No existen indicaciones geográficas precisas, no existen visiones luminosas relampagueantes para resolver todos los problemas.
Lo que nos hace falta es el conocimiento profundo del Maestro, conocimiento que no se adquiere en los libros sino en el contacto con el Cristo sufriente que camina “por estas calles”; conocimiento que se adquiere en asumir la tarea de hacer de este nuestro planeta una Casa Común, que hemos de cuidar porque es de todos.
La prueba que estamos atravesando nos ha revelado que las cosas materiales son necesarias pero no dan la felicidad.
Felicitamos a las madres en su día, rogándole al Señor Jesus, Camino, Verdad y Vida, que les colme de bendiciones; un saludo especial a las madres de los presbíteros y de las religiosas porque fueron generosas al ofrecerlos a Dios Padre para el servicio evangelizador en la Iglesia.
10/05/2020
+José Manuel, Obispo