Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos
Tu bondad, oh Padre, preparó una casa para los pobres y desvalidos (cfr. sal 67). Foto: JGH diseñado por EDO, Los Palos Grandes, Caracas / junio 2021.
Nos congrega el Señor Jesús, Centro del Cosmos y de la Historia, el Redentor del hombre, porque un hijo de esta nuestra noble nación venezolana, fue elevado al honor de los altares como Beato y su estrella brilla hoy en el universo del santoral católico junto con las de las Beatas María de San José, Candelaria de San José y la de Carmen Rendiles. Ya forman un universo los hombres y mujeres que en todo el continente americano se han sembrado en el corazón de los pueblos porque se esmeraron en responder a la gracia divina y se convirtieron “en esa nube tan densa de testigos” (Heb 12,1) que nos estimulan en la vivencia de nuestra condición de discípulos misioneros y discípulas misioneras.
“En una sociedad más bien positivista, y anticlerical o ajena a lo religioso, José Gregorio, en sus pasantías al extranjero, mantuvo intacto lo que recibió desde el hogar: una fe sencilla y devota, marcada por el servicio al prójimo, la alegría del compartir y la esperanza de transformar lo aparentemente insignificante en razón de ser de su vida” (Card. BEPC, prólogo a DUPLA Javier, Se llamaba José Gregorio Hernandez). En un ambiente hostil a la fe cristiana católica, en un país que apenas tenía unas incipientes vías de comunicación, este joven médico trujillano configuró sus vida con los ideales del Evangelio que había visto encarnados en sus laboriosos familiares, que vivió en su casa, en su pueblo natal.
La resonancia que tuvo en la vida del niño/adolescente José Gregorio todas las vivencias del trabajo constante y realizado con honradez; la cercanía de toda la familia, los valores de la fe cristiana católica sembrados con naturalidad.
En la Familiaris Consortio se afirma que la familia es un tesoro en el que todos tienen unos bienes. En la familia son numerosos sus miembros y cada uno tiene unas responsabilidades, unos deberes que cumplir. De alguna manera la familia prepara la polis. En la familia se aprende a conjugar el nosotros antes que el yo; se aprende que el bien común es una realidad que beneficiará a cada persona de la comunidad.
En la familia se aprende que el sentido de la vida viene dado por dos realidades: percatarme que existen los demás y hacerme cargo de los demás. Por eso y para eso existimos. Esa es la razón de nuestro paso por la historia (cfr. Carlo Rochetta, Teología de la ternura. Un “evangelio “por descubrir, p.24).
Feliz, día del Padre de Familia.
20/06/21