Por los caminos. Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre.
Celebramos la solemnidad del Corpus Christi (=Cuerpo y la Sangre de Cristo). Portada de DiarioGente.
Cristo Jesús en la Última Cena, sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos hasta el extremo (Jn. 13, 1). Este detalle del amor del Señor Jesús hasta el extremo siempre ha llamado la atención. ¿Qué significa ese “hasta el extremo”? ¿es que el amor tiene un límite?
En la historia encontramos testimonios de personas que se han entregado con “alma, vida y corazón” a una causa que ellos consideraban que bien merecía la pena. Médicos, científicos, artistas, deportistas, exploradores, escritores etc, han dejado legados que hasta hoy siguen “nutriendo” la vida de las personas.
Miguel de Cervantes y Saavedra con su inmortal “Don Quijote de la Mancha” ha trascendido la historia y aún sigue dando materia para estudios.
Marie Curie no sólo fue una brillante científica, sino también una gran mujer y una luchadora que debió vencer muchos obstáculos antes de lograr sus objetivos. Fruto de su esfuerzo, fue la primera mujer en recibir un Premio Nobel de Física y luego, la primera persona en recibir este premio por segunda vez, en Química. Sus descubrimientos y su tremendo legado, que cambiaron el curso de la ciencia en su época, están vigentes hasta el día de hoy.
Simón José de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios consagró su vida y sus bienes de fortuna en la lucha por la independencia de cinco naciones. Un legado para la posteridad.
Damián de Veuster, hoy San Damián de Molokai, sacerdote católico, se ofreció como voluntario para ir a la llamada “isla maldita” a cuidar leprosos, con pleno conocimiento que de allí no saldría sano: estaba condenado a contraer la lepra. Y así su entrega le llevó al honor de los altares.
Son amores que nutren a sus contemporáneos y sus efectos trascienden la historia.
Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, nos entregó sus palabras y su vida. Todo esto se condensó en lo que hoy llamamos el Sacramento de la Eucaristía, su Cuerpo y Su Sangre, entregados como alimento para conservar la unidad con él y entre sus discípulos misioneros y sus discípulas misioneras.
No es un simple recuerdo. Es un memorial que sigue fortaleciendo el ser y el quehacer de todos. La Eucaristía hace la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía.
Este pueblo de la Nueva Alianza se compromete a mostrar su “rostro eucarístico”.
-Iglesia lavada de los propios pecados
-una Iglesia que cree
-un Iglesia que sabe que es amada y que se hace capaz de amar
-una Iglesia que espera
-una Iglesia destinada a la resurrección
-una Iglesia evangélica, o sea sacramento de las exigencias más radicales del mensaje cristiano.
El banquete eucarístico atestigua que la comunión con Dios es inseparable de la comunión entre los hombres y mujeres.
06/06/21
+José Manuel, Obispo