Artículo dominical de monseñor José Manuel Romero Barrios. obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
La Iglesia es una creación divina. Es importante constatar esta realidad. No es una ONGs, no es una institución caritativa, no es una institución para gobernar el mundo.
Es la comunidad de hombres y mujeres que creen en el Señor Jesús como su Salvador; es una comunidad que camina en la historia de la humanidad con la que comparte los gozos y esperanzas, las angustias y las tristezas porque el Discípulo Misionero y la Discípula Misionera camina por el mundo gritando ¡ven Señor! Al tiempo que se empeña en colaborar con los hombres y mujeres de buena voluntad en hacer más humana la vida de cada ser humano.
Por el hecho de su realidad divina, los miembros de la Iglesia deben afinar siempre los oídos del corazón para conocer la voluntad de Dios Padre. Es tarea de toda la Iglesia, pastores y fieles, buscar esa afinación. Es como una gran orquesta sinfónica: cada instrumento emite su sonido y todos juntos logran un sonido armónico, agradable al oído. Y también a los ojos. Eso constituye una sin-fonía (sonidos al mismo tiempo, juntos).
La Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) mueve los corazones de los fieles para que busquen responder a la vocación a la que han sido llamados; cada persona con su peculiaridad, con sus virtudes y defectos, está llamado a aportar para que la Iglesia cumpla su rol de ser sacramento universal de salvación.
El Concilio Vaticano II (1962-1965) constituyó un hito fundamental en la renovación (aggiornamento=puesta al día) de la misión de la Iglesia, haciendo tomar conciencia de la responsabilidad de todos para que el Señor Jesús sea conocido, amado y servido.
Es un don y una tarea. De todos, para todos y con todos. Iluminados por la Palabra de Dios y unidos en la oración, seremos capaces de discernir los procesos para buscar la voluntad de Dios Padre y seguir los caminos a los que nos llama: una comunión más profunda, una participación más plena y una mayor apertura para cumplir nuestra misión en el mundo.
El proceso sinodal es ante todo un proceso espiritual porque lo realizamos como Discípulos misioneros y Discípulas Misioneras del Señor Jesús. No es un ejercicio mecánico de recopilación de datos o una serie de reuniones y debates. No se trata de convencer a los otros; ni es cuestión de mayoría o de minorías. Eso no cuenta en la presencia de la Santísima Trinidad.
La escucha sinodal está orientada al discernimiento. Requiere que aprendamos y ejercitemos el arte del discernimiento personal y comunitario. Nos escuchamos unos a otros, a nuestra tradición de fe y a los signos de los tiempos para discernir lo que Dios Padre nos está diciendo a todos. Es un ejercicio comunitario, que exige paciencia y capacidad de escucha.
El discernimiento implica reflexión y compromete tanto el corazón como la cabeza en la toma de decisiones en nuestras vidas concretas para buscar y encontrar la voluntad de Dios.
Si escuchar es el método del Proceso sinodal y discernir es el objetivo, entonces la participación es el camino.
21/11/21