Escrito por monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos.
Los problemas actuales y los desafíos a los que se enfrenta la humanidad ponen de manifiesto la urgente necesidad de una redefinición de valores en la Fe Católica que orienten la experiencia del Cristiano a una conexión más profunda y sincera con nuestro Creador y Padre amoroso que solo busca nuestra Felicidad en un mundo lleno de adversidades.
Es momento de mirar nuevamente a nuestro corazón y elevar la mirada a Dios y muy importante volver a centrarnos en la familia y verla como lugar privilegiado donde se siembra y se inculca esperanza y además se aprende a amar y ser amado. Donde se inculcan valores que serán los que llevarán a construir un mundo con principios sólidos.
El universalismo occidental, la identidad cultural, el desequilibrio demográfico o los movimientos migratorios son algunos de los factores que han de ser parte fundamental en esta reflexión. Los podemos vencer con la virtud de la Esperanza y el vivir confiados en la Divina Providencia. «La esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5).
Charles Péguy decía: «La fe que más me gusta es la esperanza». Sí, porque, en la esperanza, la fe que obra a través de la caridad abre caminos nuevos en el corazón de los hombres, tiende a la realización del nuevo mundo, de la civilización del amor, que no es otra cosa que llevar al mundo la vida divina de la Trinidad, en su manera de ser y obrar, tal y como se ha manifestado en Cristo y transmitido en el Evangelio. Esta es nuestra vocación. Hoy, al igual que en los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento, actúa en los pobres de espíritu, en los humildes, en los pecadores que se convierten a él con todo el corazón.
En la encíclica del Papa Benedicto XVI «Spe Salvi», (Salvados por la Esperanza) el Pontífice explica el papel de la virtud de la esperanza en el mundo contemporáneo y la urgencia de que los cristianos recuperen para sí y el mundo su verdadero sentido. «Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza» aclara en el número 3 de la encíclica, la segunda encíclica del Papa, después de «Deus caritas est» («Dios es amor»), publicada en enero de 2006.
La modalidad asumida para la realización del próximo Sínodo sobre la sinodalidad (octubre 2023) busca reforzar la virtud de la esperanza por cuanto la etapa diocesana permitirá que se le permita hablar a las periferias geográficas y existenciales.
El Papa Francisco impulsa el Sínodo, el «caminar juntos» de una Iglesia que pone a mujeres y a hombres de nuestro tiempo, incluidos pastores, y, al mismo Sucesor de Pedro, a ‘escuchar’ al Espíritu Santo.
De hecho, el Sínodo que se abrió el 10 de octubre 2021 y se extenderá hasta 2023 lleva como título: Por una Iglesia Sinodal: Comunión, participación y misión.
La sinodalidad representa el camino a través del cual la Iglesia puede renovarse por la acción del Espíritu Santo, escuchando juntos lo que Dios Padre tiene que decir a su pueblo. Sin embargo, este camino recorrido juntos no sólo nos une más profundamente los unos a los otros como Pueblo de Dios, sino que también nos envía a llevar adelante nuestra misión como testimonio profético que abarca a toda la familia humana, junto con nuestras denominaciones cristianas y otras tradiciones de fe.
17/10/21 +José M. Romero B.