Prof. Nancy Marcano de Oraá – Opinión
A veces conocemos personas por muchos años, sin llegar a intimar realmente con ellas; en cambio hay otras personas a las cuales conocemos más profundamente al calor de las frecuentes actividades compartidas ya sea en el ámbito laboral, gremial o como en mi caso, político.
Justamente una de esas personas es el Ing. Eduardo Figueredo, mejor conocido por todos como “MOPITO”. Tanto mi esposo como yo lo conocimos hace más de 10 años por cuestiones relacionadas eminentemente con nuestra actividad política partidista dentro de Acción Democrática en el año 2002. Poco después de conocerlo supe que él justamente había sido el Ingeniero supervisor de la urbanización donde años atrás, con mucho esfuerzo, adquirimos nuestra casa ¡Qué cosa! En varias ocasiones llegamos a diferir políticamente sobre varias situaciones planteadas a nivel nacional, regional o local, ya que Mopito era bastante terco y cuando se le metía algo en la cabeza casi que no había poder humano que lo convenciera de que estaba equivocado.
Esa terquedad solo se compara a su inmensa capacidad para solidarizarse con aquel que atravesaba por un problema ¡Ahí no escatimaba esfuerzos ni recursos para tenderle la mano al amigo en desgracia! A nivel profesional fue admirado y reconocido por amigos y adversarios, ya que además del conocimiento y experiencia adquiridos a lo largo de su extensa carrera que le valieron ser sumamente solicitado por varios bancos al momento de hacer sus avalúos de grandes y medianas obras, también el “Mopo” en el plano gremial se destaco como uno de los pilares para consolidar y hacer crecer la Seccional Sur del Colegio de Ingenieros de Venezuela de la cual fue Tesorero y Presidente por varios años.
Un hombre físicamente bien parecido y siempre impecablemente vestido, con hablar ronco y una conversación siempre vivaz y elocuente con los amigos; parca y medida con los extraños. Fueron varias las luchas políticas que compartimos, a cualquier actividad con seguridad que era uno de los primeros en llegar ¡siempre presente y siempre puntual! Sí, él era el primero en llegar a una actividad con toda seguridad comenzaba a llamar a todo el mundo por teléfono para reclamarles su impuntualidad.
Esa misma dedicación y responsabilidad la demostraba con su familia y amigos; siempre tratando de agradar con un detalle que nos permitía compartir y disfrutar mutuamente de todos y cada uno de los amigos y amigas que varias veces a la semana y por casi 2 años nos reunimos para charlar, comer, tomar un café y sobre todo compartir el gusto por el juego de dominó ¡una de las pasiones del Mopo! ¿Cuántas partidas protagonizadas por este querido amigo, fueron punto de partida de bromas, felicitaciones y hasta rivalidades amistosas? ¡Muchas sin duda!
Así como me sorprendió con su amistad, hoy me sorprende con su inesperada ausencia; ¡qué duro resulta aceptar la ley de la vida y los designios de Dios! Estoy segura que allí en el cielo, ya Mopo estará ingeniándoselas para seguir ejerciendo sus 2 pasiones: la Ingeniería y el Dominó.