El adviento es tiempo de atención y de cuidado, tiempo de vigilancia dice el Señor Jesús en el Evangelio.
En nuestros tiempos se hace urgente redescubrir el valor de volver a las raíces de nuestra fe. Es preciso salir de nuestra forma cómoda de vivir el seguimiento de Jesucristo, por eso el evangelio muestra como las personas salían de la ciudad hacia el desierto. Volver a los orígenes del pueblo de la primera alianza, pueblo que se “engendró” en el desierto, en medio de las pruebas, sufrimientos, servirá para que el nuevo Israel nazca en la dinámica de la “escucha” atenta del Maestro de Nazareth.
La imagen que describe mejor esta nueva realidad, es la del discípulo misionero. De alguien que está a los pies del Maestro y sale con prontitud a llevar la luz que ha brillado en su corazón con las palabras que ha fortalecido su caminar.
El discípulo está llamado a gritar con su estilo de vida el mensaje que ha escuchado y que debe proclamar; tiene que zambullirse en la Palabra y en la realidad que le circunda para ser testigo de Alguien que es capaz de llenar de sentido el camino del hombre del siglo XXI. Es preciso estar atentos a Dios y a los hermanos.
Tiempo de estar atentos. Atentos a tantas injusticias y desigualdades; atentos a quienes más sufren las consecuencias de esta pandemia; atentos a los grupos, personas e instituciones que están empeñadas en cuidar la tierra y cuidar de los habitantes de la tierra; atentos para consumir de forma que la vida sea abundante para todos; atentos a lo que está diciendo el Espíritu en los signos de los tiempos; atentos para descubrir el rostro de Cristo en quien nos necesita; atentos para no hacer ningún daño ni causar ninguna lágrima.
La encíclica que acaba de publicar el Papa Francisco, Fratelli Tutti, puede ser un buen manual del Adviento, pues en ella nos invita a construir una nueva humanidad más fraterna, en la que haya tierra, pan y techo para todos; en la que nadie sea discriminado por motivos de raza, de orientación sexual, de lugar de nacimiento, de enfermedad o de pobreza. Esta humanidad es la que Dios Padre quiere y la que debemos preparar.
El apóstol Pablo dice que estamos capacitados para preparar esa nueva humanidad, pues hemos sido enriquecidos en todo, en el hablar y en el saber. Podríamos añadir: y también en el hacer.
Hablar, saber, hacer: hablar palabras positivas, palabras de reconciliación, palabras que unan y no dividan. Saber que todos somos hijas e hijos de Dios Padre, que El ama a todos con todo su amor, y quiere para cada uno un presente y un futuro lleno de vida. Y hacer, o sea cuidar unos de otros, cuidar la tierra que nos da el alimento, cuidar sobre todo de los más necesitados.
Nuestra tarea en este tiempo de Adviento, es sembrar interrogantes, inquietudes. Encender un deseo, suscitar una espera. De vida, de solidaridad, de reconciliación.
06/12/2020 +José Manuel, Obispo