Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos. Chiara Lubich.
El 22 de enero se cumplieron cien años del nacimiento de Chiara (Clara) Lubich en Trento, ciudad del norte de Italia; eran 4 hijos de una familia clase media. Fue bautizada con el nombre de Silvia; a los 23 años, como pertenecía a la Tercera Orden Franciscana, fue atraída por la radicalidad de la opción de Santa Clara de Asís, y asumió el nombre de Clara.
En el fragor de la segunda Guerra Mundial, en 1943, esta joven junto con otros coetáneos inició un movimiento de renovación espiritual y social, oficialmente reconocido como Obra de María y que hoy es conocido popularmente como el Movimiento de los Focolarinos,
En 1944, después de un violento bombardeo sobre la ciudad de Trento, muchas familias abandonan la ciudad y lo hace también la familia Lubich, pero Clara se queda, no se va con los suyos; se queda junto con el grupo de jóvenes que se han ido agregando. Nace así el primer “focolar”.
En las zonas frías, cuando no existía la calefacción, se encendía la chimenea, y todos se reunían alrededor del fuego para calentarse; era el momento oportuno para generar cercanía, unidad, diálogo, encuentro, entre los miembros de la familia. Ese fuego generaba un focolar.
¿Qué animaba a los jóvenes que se quedaron en Trento? Poner al Señor Jesucristo en el centro de sus vidas; dejar que el fuego de Dios Espíritu Santo ardiese en sus juveniles corazones porque “estaba la guerra, todo se derrumbaba, Solo Dios permanecía”.
En un mundo dividido por guerras y discordias, en una ciudad que era signo de división en el cristianismo (el Concilio de Trento – Diciembre 1563- selló la separación entre católicos y protestantes), Clara y sus compañeros sentían el llamado a promover la unidad, la unión, la fraternidad, la solidaridad.
La celebración ha sido un proyectar hacia el mañana, el Carisma de la Unidad. Afirmaba acertadamente el señor Arzobispo de Trento, monseñor Lauro Tisi, que la presencia de tantas personas venidas de tantos países es un haz de luz en medio de sombríos nubarrones y que esta es la prueba palpable, la demostración de la posibilidad de amar la patria de los otros como la propia patria. Es un momento profético.
Y hoy más que nunca es necesaria la construcción de caminos de entendimiento, de ir contracorriente porque hoy se exaltan las diferencias, se estigmatiza al que piensa distinto.
El encuentro intergeneracional, interreligioso, intercultural, es necesario en el mundo actual. Quien se niegue a eso está montándose en la “máquina del tiempo” para retroceder hacia el pasado, a siglos donde se imponían las armas de guerra.
Vivir solo para sí mismos es matarse mutuamente. Es necesario abrazar la causa del encuentro. Querer construir un país sin el concurso de todos es condenarnos a repetir libretos que han fracasado en otras latitudes. Es quedarse mirando la punta de la nariz y no ver el horizonte.
Da tristeza que aún hoy, muchos piensen que con las armas y bayonetas y tanques de guerra, se pueda sembrar y cosechar alimentos para la vida y el bienestar de los pueblos.
Es preciso fortalecer el don, el regalo, el bello vocablo del “nosotros”. Chiara Lubich y el movimiento que generó es un ejemplo profético de la realidad de la unidad. 16/02/2020 +José Manuel