Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos: Domingo de la Palabra de Dios
El Tercer domingo del Tiempo Ordinario tiene, desde este año, una perspectiva y contenido nuevo: es el Domingo de la Palabra de Dios; el Papa Francisco ha querido colocar esta celebración en una fecha del calendario cercana a la celebración del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos y el Encuentro con la comunidad judía.
Con el documento Aperuit Illis “les abrió el entendimiento”, el Santo Padre instituyó esta celebración para que los discípulos misioneros y las discípulas misioneras del Señor Jesús nos constituyamos en sedientos de la Palabra, para que comprendamos que necesitamos siempre ir a la Palabra para vivir en profundidad nuestra vida cristiana.
Vamos por la vida como los discípulos de Emaús (léase Lucas 24,13ss), tristes y desconsolados, porque se nos hace “cuesta arriba” leer desde dentro nuestra vida cristiana; a veces puede ocurrir, que la reducimos a cumplir normas, a realizar solo unos pequeños actos piadosos. Y listo. No, la vida cristiana es precisamente eso “vida”. Y la vida es preciso vivirla, no se detiene. No son compartimientos estancos, separados.
Pues, bien, Dios Padre siempre está hablando a su pueblo, es un diálogo permanente. Está hablando siempre, para que busquemos agradarle con nuestra vida, abriéndola a su presencia. Y no se hace de una manera individualista sino que tiene un talante comunitario.
Los discípulos de Emaús se alejaban de la comunidad, querían resolver sus pesares aisladamente; el encuentro con el Peregrino, con el Buen Amigo, el compartir la Palabra y el Pan, les abrió la dimensión plural de la vida: aislados, solos, no podremos vivir, no podremos ni “leernos” ni leer la vida del Señor Jesús. Por eso, esa misma noche, “sin esperar más, se pusieron en camino y volvieron a Jerusalén donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a sus compañeros” (v.33).
En el “ADN” del cristianismo está la dimensión comunitaria. Los libros sagrados de la Primera Alianza no fueron escritos en una “oficina”, reflejan la vida de un pueblo, de unas comunidades, que leyeron los avatares de su “día a día” a la luz de la presencia y cercanía de Dios, que se hizo compañero de camino. Y esta es la diferencia. Hombres y mujeres: Moisés, Judith, Rut, Josué, etc fueron portavoces, instrumentos de la acción de Dios, rico en misericordia, para que su pueblo oyese su palabra
“En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras a través de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo…”(Hebreos 1,1-2).
Jesucristo, el Verbo hecho carne, el Hijo de Dios, es pues, la Palabra definitiva de Dios Padre para nosotros. Urge que los cristianos católicos nos acerquemos más a la lectura de las Sagradas Escrituras para aprender el hermoso arte de hablar con Cristo.
La función de la Sagradas Escrituras es alumbrar el camino del Pueblo de Dios en la historia, comunicándole experiencias de fe que le permitan descubrir la voluntad de Dios Padre en el presente.
26/01/2020
+José Manuel, Obispo