Monseñor José Manuel Romero Barrios, obispo de la Diócesis de El Tigre. Por los caminos. La Luz se grabó en nosotros.
Es un fenómeno natural. No sabemos cómo se produce. La realidad es que nos gusta; satisface anhelos profundos del ser humano. La oscuridad no nos permite distinguir nada; más aún, nos atemoriza.
Un pequeño rayo de luz nos llena de alegría, nos permite distinguir la singular belleza de los colores. Los espectáculos musicales juegan con los colores de las luces.
El ojo humano está hecho para la luz. La luz es vida.
En el tiempo de Navidad celebramos que la Luz se posó de nuestro lado, que una estrella guió a unos sabios a encontrarse con Cristo, Luz de Luz. En las fiestas navideñas la profusión de coloridas luces provoca alegría.
La manifestación del amor de Dios Padre, nuestra Iglesia la resalta colocando tres eventos: Navidad (el Verbo se hace carne); Epifanía (El Hijo de Dios se manifiesta a los pueblos gentiles) y Bautismo del Señor Jesús (Jesucristo manifestado como Salvador).
Estamos celebrando este último evento. El designio de salvación pasa por el servicio. El Maestro de Nazareth es bautizado por Juan el Bautista en el Jordán ¿Por qué lo hace? En el libro del Profeta Isaías está una figura que llama la atención: El Siervo Sufriente de YHWH. Este personaje carga sobre sí las culpas de la comunidad y con sus padecimientos genera toda una dinámica salvífica.
Los evangelistas, con esta escena del bautismo de Cristo, expresan como El se hace solidario con los hombres y mujeres que sueñan con alguien que les encamine hacia una vida plena. El Maestro de Nazareth se solidariza con este anhelo de la humanidad y de toda la creación.
El elemento agua, tan necesario para la vida de todo ser viviente, fundamental para el desarrollo de toda comunidad humana. Aquí viene a expresar que Dios Padre ofrece la posibilidad de encontrarle en este Hijo Amado. Somos hijos e hijas en el Hijo. La vocación de todo hombre y mujer es sentirse amado/a por Dios de la Vida; que es preciso buscarle porque nos ama.
Que la vocación a la vida nos hace hermanos y hermanas.
La fiesta de hoy nos ofrece una oportunidad hermosísima para renovar nuestra vocación de hijos e hijas y de hermanos y hermanas; es un momento propicio para preguntarnos ¿amo la vida? La mía y la del otro, aunque no piense ni sea ni crea como yo.
Sólo así la luz brillará ante nuestros ojos con nuevo resplandor. Porque hasta que no descubramos en el otro a un hermano, siempre habrá oscuridad en el corazón.
12/01/2020
+José Manuel, Obispo